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26 abr 2015

La justificación católica de la conquista a partir del Debate de Valladolid (1550 – 1551)

Jair A. Miranda Tamayo
Víctor A. Cuya Castillo
Daniel A. Varas Campos
andre_7537@hotmail.com

Resumen:
A comienzos del siglo XVI, la Corona Española sentía la presión de un grupo de intelectuales que ponía en duda la legitimidad de las Bulas Alejandrinas de 1493, por lo que el accionar de la primera no tardó en evidenciarse. Ello nos lleva al Debate de Valladolid (1550-1551), donde las posturas de Bartolomé de las Casas y Juan Ginés de Sepúlveda nos muestran dos tradiciones de la época en debate, pero a pesar de su contraposición, ambas dan las bases para legitimar la presencia española en el Nuevo Mundo.

Palabras claves:
Debate de Valladolid, Bartolomé de las Casas, Ginés de Sepúlveda, evangelización.


1.     España y el Nuevo Mundo

La reconquista española y la conquista del Nuevo Mundo son dos procesos que definen la España Moderna, una monarquía católica que tuvo su auge a nivel mundial durante el siglo XVI, tanto a nivel político como económico[1].
El persistente enfrentamiento con los musulmanes hasta 1492, año de la conquista del reino de Granada, último reducto musulmán, trajo como consecuencia que los hábitos adquiridos durante la Alta Edad Media fueran profundamente asimilados y constituyeran el bagaje espiritual con que España hizo su irrupción en la escena europea desde el siglo XV. Es así que vemos a una España imbuida en la idea de la misión divina de liberar al país de los infieles, con un sentimiento de cruzada que expulsa a los judíos (1492), convierte forzosamente a los recién conquistados moros granadinos (1499) e impone la inquisición.
Esta cultura del “otro” se trasladada al Nuevo Mundo durante el proceso de conquista. Además, el etnocentrismo español era más profundamente reconocible, ya que tenían la experiencia, antigua y reciente,  en el trato con grupos radicalmente diferentes desde el punto de vista racial, lingüístico y religioso, lo cual atenúa las relaciones entre Viejo Mundo y Nuevo Mundo (Lockhart, 1992:17-18). Todo esto influye en el ideal paternalista de evangelizar a los “infieles” del Nuevo Mundo, una tarea “asignada” por Dios a España. Es así como veremos luego en Valladolid un Las Casas o un Sepúlveda que discuten sobre la consideración del indio, cuyos argumentos contrapuestos aceptan la necesidad de evangelizar al otro[2], aspecto que sirve como base para justificar la estadía española en el Nuevo Mundo[3].
Dentro de los espacios del poder, los lazos de parentesco eran muy importantes para la obtención de cargos, lo que conforma una especie de Estado paternalista o patriarcalista, de jerarquía, protección y dominio, característica del modelo feudal en el que estaba inmersa España, combinado con las nacientes relaciones capitalistas comerciales. Como reconoce Cañeque (2002:30), esta característica también es típica de estados con un nivel de centralización incompleto, como claramente lo era la monarquía hispana de los siglos XVI y XVII. De esta forma, en los espacios de poder “[…] pervivían tradiciones de favoritismo, nepotismo y patrimonialización de los oficios, incluso en los tribunales” (Lockhart, 1992:19)[4].
Por esta razón, la liberalidad, la lógica del favor y la cultura del don son tal vez los mecanismos más importantes de la Corona española del siglo XVI y XVII para dar cohesión a la monarquía y legitimar la jerarquía en España primero, y luego en el Nuevo Mundo. Dichos mecanismos son eficientes durante estos primeros siglos, caracterizados por una debilidad institucional, redes de parentesco en el poder, patronazgo,[5] corrupción, conflictos, violencia política, etc. El historiador Alejandro Cañeque nos decía que “El gobernante [ya fuera un monarca o uno de sus virreyes] debía ser liberal” (2005:9), Es decir, ser dadivoso, dar favores, sean mercancías o cargos públicos. El obsequio dado al súbdito genera un sentimiento de obligación moral, de agradecimiento,  lo cual puede asegurar su lealtad. Mientras que la autoridad debe proteger a su súbdito, recompensarlo continuamente por su buen trabajo, es decir, renovando los lazos recíprocos constantemente[6]. Todo esto era algo con lo que todos los tratadistas de la época estaban de acuerdo[7].
Teniendo en cuenta el paternalismo, la cultura del don, los lazos de parentesco y lo anteriormente mencionado, podemos comprender mejor la relación existente entre España y las nuevas tierras: para la mayoría de los españoles, el título de propiedad del Nuevo Mundo era el donativo papal de 1493 conocidas como Bulas Alejandrinas o Bula Intercaetera, cuando Alejandro VI, precisamente un español, cedió a los Reyes Católicos el dominio de las islas y tierras “de la mar océano”, encargándoseles la conversión de sus habitantes. “De este modo el Papa confiaba, delegaba en los reyes de España una función fundamental de la Iglesia, una función propiamente eclesiástica: la de «ir a enseñar y bautizar a todos los pueblos»” (Dumont, 2009:35). España era observada como apta para dicha misión, aspecto fortalecido por la conquista de Granada, el cual era un testimonio de los eminentes servicios de los soberanos españoles a la Iglesia cristiana (Brading, 1991:98). Es con las Bulas Alejandrinas que se justifican el poder, jerarquía y estatus sobre el Nuevo Mundo, usando la tarea civilizatoria y evangelizadora como una escusa para iniciar el proceso de conquista del Nuevo Mundo, del cual España se beneficiará mucho. Como ya se adelantaba, estas Bulas son muestra de cultura paternalista de la época, además de la búsqueda de la lealtad española hacia la Iglesia a través del don[8]. Pero esta justificación del poder pronto será puesta en tela de juicio, combinándose con los problemas de conducta de los españoles en el Nuevo Mundo.
En un primer momento, los religiosos que acompañaron a los conquistadores se tomaron la tarea de ensañar el cristianismo, totalmente nuevo para los indígenas. Estos casos fueron pocos, ya que la mayoría de clérigos, religiosos y sobre todo conquistadores llegaron a estas tierras en busca de riqueza, independientemente de los medios utilizados para ello. Como señala Vargas (1953: t.II, 213):
En los primeros años de la conquista, los clérigos que venían a estas tierras no venían precisamente con el deseo de predicar la fe a los indígenas y ganarlos para Jesucristo […]. Pero es preciso confesar que a buena parte de ellos los atraía el oro de las indias y venían a América a hacer fortuna. Mientras unos lo hacían honradamente y cumpliendo con la obligación de su oficio, otros no atendían sino a lo primero y de ahí que su labor no fuera provechosa.
De esta manera, tanto conquistadores como religiosos se aprovecharon de sus poderes conferidos por la Corona y el papado en detrimento del indio. Esto, combinado con esa notable cultura del otro marcará que dentro de la psicología del español el indio sea un ser inferior, despreciable y un simple medio más para sus fines económicos y políticos[9]. Idea muy notoria en el Debate de Valladolid.
La consigna era clara, la tierra americana era rica por donde se le mirara y en tales circunstancias los españoles que llegaban, embriagados por las maravillas encontradas, solo podían concebir una sola cosa: enriquecerse. Esto era igualmente válido para aquel conquistador que en nombre de la corona española venía a pacificar estos reinos o para el clérigo que encargado en la misión de llevar las sagradas escrituras debía de entregarse en cuerpo y alma al trabajo de la evangelización para la conversión y salvación de los indios[10].
Los primeros intentos de reforma en torno al tema de la evangelización del nativo indiano tuvo como punto de partidala Bula Omnimodade 1522 firmada por el papa Adriano VI. Esta bula permitió a las órdenes mendicantes asumir labores pastorales, antes destinadas al clero secular de las parroquias. También otorgaba al Rey de España ciertos derechos en cuanto a la selección y examen de los sacerdotes elegidos para las misiones. Esta bula trató de reformar el sistema eclesiástico en respuesta con las denuncias en crecimiento sobre los maltratos y excesos sobre los indios. Laboa (2005:295) nos describe la actitud de Adriano VI:
[…] denunció Adriano los vicios de la Curia Romana, prometió corregirlos con celeridad y reclamó la ayuda de todos para conseguirlo. Adriano fue muy exigente con los cardenales, pero no redujo a ellos la exigencia de cambio: diezmó el número de los que vivían de puestos innecesarios, suprimió costumbres poco cristianas, castigó la inmoralidad pública y a cuantos abusaban de sus cargos para enriquecerse, atacó de frente la burocracia eclesiástica.
Esta Bula no fue una de las primeras respuestas ante las denuncias de la situación en el Nuevo Mundo. Fray Antonio de Montesinos dio un sermón el 14 de diciembre de 1511 donde negaba el derecho de los colonos a someter a los nativos a servidumbre, ya que estos vivían en paz hasta que llegaron los conquistadores españoles. Esta acusaciones dieron pie a las primeas posturas doctrinales de Juan López de Palacios y Matías de Paz, incluso influenciaron a Bartolomé de las Casas.
El sermón de Fray Antonio de Montesinos incentivó las Leyes de Burgos de enero de 1513, resultado de reuniones entre juristas e intelectuales, donde participaron López Palacios y Matías Paz, convocada por el rey Fernando el Católico en torno a la legitimidad española, donde ya se observan los antagonismos entre las posturas, debate que llega a su auge en Valladolid. Estas dieron las bases para el derecho indiano, planteando una serie de principios: la encomienda pasa a ser un señorío fiscal de protección y evangelización, con un sistema de tributos del indio hacia el rey; los indios de encomiendas debían estar cerca de ciudades o pueblos españoles, con el fin de favorecer la comunicación, enseñarles el progreso y evangelizarlos; proporcionarles a los indios alimentación, vestimenta y casa necesaria para que realicen su trabajo correctamente; no castigarlos durante el trabajo, ni explotarlos excesivamente; además, dos inspectores por pueblo debían encargarse de que esta legislación se respetara de forma efectiva (Dumont, 2009: 55-57).
Las Nuevas Leyes de 1542 también son resultado de esta presión creciente. El control y vigilancia sobre el Nuevo Mundo en los primeros años de la conquista no era muy insistente o eficientemente institucionalizado. En base a las redes de parentesco la persona era la institución. La debilidad institucional permitió la corrupción, explotación al indio, muchas atrocidades. Es a partir del auge regional de los encomenderos y las enérgicas acusaciones que la Corona implanta el código de las Nuevas Leyes. Las relaciones de parentesco fortalecían el poder local de tipo feudal que generaba las encomiendas, puesto que había una fuerte tendencia a perpetuar las encomiendas entre amigos y parientes, sin tener en cuenta la sucesión legal (Lockhart, 1982:24), lo que demuestra la debilidad institucional ya descrita.
Las Nuevas Leyes estipulaba la eliminación de encomiendas, el pago de un salario al trabajador, el pago de tributos[11], lineamientos contradictorios a los intereses de los encomenderos, quienes reaccionaron instantáneamente. Generó cólera y tumultos en México y una revolución en Perú. A pesar de los conflictos que se desarrollaron en contra de las leyes, la encomienda no sería el mismo modelo explotador de antes, sino que esta vez la Corona reafirmó su autoridad definiéndola como pensión encargada del tributo real y no como un beneficio señorial (Brading, 1991:85-86). Dichos movimientos de la Corona destruyeron la posibilidad de la formación de poderes regionales autónomos alrededor de las encomiendas, lo que hubiera sido un grave problema para esta[12]. Como describe Bowser:
[…] en la política del gobierno influyeron algo más que consideraciones humanitarias. Por lo menos, la Corona esta resuelta a impedir el ascenso de una aristocracia de conquistadores capaz de desafiar su autoridad en las colonias americanas, y el control real de la mano de obra indígena era esencial para ese fin.
Y en palabras de Lockhart (1982:20), “la encomienda fue un instrumento fundamental para la explotación española de la mano de obra y la producción indígenas durante el período de la conquista”. Era, pues, esencial para la organización económica y social del virreinato. Por esta razón, la ley fue rápidamente considerada de imposible aplicación: los colonos necesitaban tierra y trabajadores, por lo que muchos de sus puntos no son puestos en práctica (Syme, 1993: 87).

2.     El Debate de Valladolid

El 3 de julio de 1549 el Consejo de Indias decidió interrumpir la conquista de América en vista de las crecientes demandas de un grupo de intelectuales, donde Bartolomé de las Casas era uno de ellos. Al año siguiente, en abril, el mismo Carlos V detuvo sus avances en las indias, era una situación que comenzaba a escaparse de las manos de la Corona.  La coyuntura reclamaba a Rey que el caso se tome en consideración, por lo que este tuvo que organizar el Debate de Valladolid.
También conocido como la Controversia o Junta de Valladolid, debate en su seno aspectos sobre las conquistas española de América. Fue realizado entre 1550 y 1551 en Valladolid, la capital política y administrativa de España en ese entonces, además de ser un punto clave en el transito del conocimiento español. Las sesiones estuvieron divididas en dos etapas: del 15 de agosto de hasta mediados de setiembre de 1550, y del 10 de abril al 4 de mayo de 1551. Los tribunales fueron compuestos por juristas y teólogos, pero las figuras más resaltantes fueron la de Bartolomé de las Casas y Juan Ginés de Sepúlveda, cada uno con alegatos diferentes que entraron en debate.
Tuvo gran significación el lugar donde se desarrolló el debate: una España que representaba a Europa sobre el Nuevo Mundo y la capilla del Colegio de San Gregorio de Valladolid. Esta capilla era una de las obras más ricas, puras y llenas de gracia divina que el renacimiento haya inspirado en España. Como reconoce Dumont (2009: 13), “este ambiente manifestaba la existencia apremiante de una civilización cristiana española [y ayudaba a] confirmar la defensa de esta civilización”.
La contraposición entre Sepúlveda y Las Casas en la Junta de Valladolid, ignorando una postura maniquea del bien y el mal, nos arroja dos perspectivas diferentes en cuanto la historia del pensamiento español sobre la conquista de América.
Bartolomé de las Casas era el gran defensor de la causa india, intentando convencer sobre la posibilidad de una sociedad indiana de colonos e indios en convivencia pacífica. Su punto de vista “legitimaba la conquista solo por la necesidad de evangelización de los pueblos nativos” (Manero, 2009:99), conformando un pensamiento universalista cristiano medieval, es decir “Ellos” son como “nosotros”. Del otro lado se encontraba el conservador Juan Ginés de Sepúlveda con su idea del imperialismo español y defensa de la Guerra contra los Indios. Sepúlveda puede ser considerado un personaje adelantado a su tiempo a través de sus planteamientos nacionalistas renacentistas, que buscan el beneficio para el imperio español sin importar el medio.
El debate consistió en la argumentación de Sepúlveda y la contra argumentación de Las Casas sobre la justicia o injusticia de la guerra contra los indios desde el punto de vista del derecho, y si los indios de América se encontraban en un estado de inferioridad y barbarie.
Ambos puntos de vista debaten sobre el trato de los indios, pero tienen en común la búsqueda de un planteamiento que legitime la conquista española sobre el nuevo Mundo. Es necesaria la presencia de España sobre las nuevas tierras. Pero a la vez:
La Controversia fue esencialmente un examen de conciencia religioso preparado por orden de un monarca tan vicario apostólico como plenamente evangelizador a la luz de sus responsabilidades, más aún espirituales que temporales. Un caso único en la historia. Porque claramente, los ingleses, holandeses y franceses no se cargaron con escrúpulos semejantes. No hubo en su caso muestras de Controversia sobre los justos títulos de su presencia en América” (Dumont, 2009:38).
Esto se debe a que las denuncias de los intelectuales como Bartolomé de las Casas ponían en juego la legitimidad española sobre el nuevo mundo, o en otras palabras, ponían en juego las disposiciones de las Bulas Papales de 1493.
En el debate, además, encontramos la contraposición de las formas de legitimización de dominio: la tradición moderna humanista de Las Casas y la tradición antigua romana cristiana de Sepúlveda, un debate propio del renacimiento que se desarrolla en Europa. Como menciona Flores (2008:139):
[…] en el discurso del cura de las Casas hay una refundación de lo religioso, desde una episteme distinta a la que estableció la oposición religio/superstitio de la antigüedad romano-cristiana, basada ahora en un humanismo moderno que defiende los derechos individuales universales. En cambio, en el discurso de Ginés de Sepúlveda, la argumentación a favor de la “justa guerra contra los indios” se sigue basando en la lógica política de la dominación/exclusión estamental, a partir de la marca religio/superstitio, propia de la episteme antigua. Sin embargo, en realidad, ambas son estrategias discursivas que buscan lidiar, de manera diferente, con el poder civil o seglar, expresado en la autoridad política de la Corona española, pero, sobre todo, en el creciente poder individual de los conquistadores y, luego, de los virreyes y gamonales, favorecidos con el reparto de América.
El conflicto religioso en última instancia es un conflicto jurídico y aunque en la teoría es la postura “lascasista”[13] la que se impone, en la práctica será Sepúlveda el que mostrará mayor influencia en las relaciones sociales del siglo XVI.
Al fin y al cabo, estos debates darán cimiento al futuro derecho internacional. Términos como “humanidad del indio” o su “animalidad” no son más que expresiones en boga para apreciar la forma en la que España debe dominar de un pueblo en pos de la religión o de la civilización a distancias mayores de las hasta entonces conocidas que abarca en general todo el mundo.

3.     Conclusiones

1.  Las Bulas Alejandrinas de 1493 fueron el “título de propiedad” español sobre el Nuevo Mundo. Son muestra de la cultura paternalista y de la confección de relaciones clientelares a través del don, característico de la época. Dicha justificación es puesta en duda en el Debate de Valladolid (1550 – 1551).
2.  Desde un inicio, las relaciones entre español e indígena se tornaron de abusos, maltratos, explotación, etc. La presión de varios intelectuales y las denuncias, combinado con el crecimiento de poder focal de algunas encomiendas, generaron políticas de parte de la Corona como la Leyes de Burgos (1513), la Bula Omnimodade (1522) y las Nuevas Leyes (1542). Todo esto conllevó a la realización del Debate de Valladolid.
3.   Se conoce como la Controversia de Valladolid al debate sobre las conquistas española de América, organizado por el rey Carlos V entre 1550 y 1551 en Valladolid. Bartolomé de las Casas y Juan Ginés de Sepúlveda fueron los personajes más representativos del debate. 
4.     Los puntos de vista antagónicos en el debate discutían la consideración del indio,  pero ambas partes convergen en la necesidad de la evangelización del otro: sea de modo pacífico (Bartolomé de las Casas) o a través de la guerra (Juan Ginés de Sepúlveda). No se discute si España tiene o no que retirarse de las tierras nuevas, sino cómo es que esta realizará su cometido “divino”. De este modo, se refuerza la justificación católica el dominio sobre las posesiones americanas.

Referencias 

Bowser, F.
1977                  El esclavo africano en el Peru Colonial (1524 – 1650). Mexico: Siglo XXI.
Brading, D.
1991                  Orbe indiano. De la monarquía católica a la república criolla (1492-1867).                    México: Fondo de Cultura Económica.
Cañeque, A.
2005                  “De parientes, criados y gracias. Cultura del don y poder en el México colonial (siglos            XVI-XVII)”. En Histórica, Lima, vol. 29, N° 1, pp. 7-42.
Cummis, T.
2004                   Brindis con el Inca. La abstracción andina y las imágenes coloniales de los                     queros. México: Fondo Editorial UNMSM.
Dumont, J.
2009                   El amanecer de los derechos del hombre: La Controversia de Valladolid.                       Madrid: Ediciones Encuentro.
Gruzinski, S.
2010                  Las cuatro partes del mundo. Historia de una mundialización. México: Fondo de           Cultura Económica.
Flores, M.
2008                  “Epistemología y dominación: la marca en De las Casas y de Sepúlveda”. En Revista de       Ciencias Sociales, Universidad de Costa Rica. Vol. IV, N° 122, pp. 133-147.
Grigulevich, I
1980                   Historia de la Inquisición. México: Editorial Cartago.
Laboa, J.
2005                 Historia de los papas.Entre el reino de Dios y las pasiones terrenales. Madrid: La           esfera de los libros.
Lockhart, J.
1982                 El mundo hispanoperuano. 1532 – 1560. México: Fondo de Cultura Económica.
1992                 América Latina en la Edad moderna. Una historia de América española y el                   Brasil coloniales. Madrid: Akal.
Manero, A.
2009               “La controversia de Valladolid: España y el análisis de la legitimidad de la conquista de          América”. En: Revista electrónica iberoamericana. Vol. 3, nº 2. P.85-114
Mazín, O. (Ed.)
2012                  Las representaciones del poder en las sociedades hispánicas. México: El colegio de         México.
Syme, R.
1993                   Elites coloniales. Roma, España y las Américas. Málaga: Editorial Algazara.
Todorov, T.
1998                   La conquista de América. El problema del otro. México: Siglo Veintiuno editores.
Vargas, R.
1953                   Historia de la Iglesia en el Perú. Tomo I y II. Lima: Imprenta Santa María.



Notas:
[1] Chimalpahin, un noble chalca de finales del siglo XVI y comienzos del XVII, divide al mundo en cuatro partes: Europa, Asia, África y el Nuevo Mundo. Su mundo tiene una “capital mundial”, Roma, y “un señor universal”, el Rey de España (Gruzinski, 2010:35). Esto demuestra la importancia a nivel mundial de España durante su época (siendo tardía para el contexto histórico que observamos en el presente trabajo), siendo el Rey puesto en primer plano, rezagando al Papa (a pesar de que Chimalpahin era un fiel cristiano).
[2] Más que un deber, una obligación.
[3] Acerca de la cultura del “otro”, se puede consultar a Todorov (1998: 159) quien nos dice. “El cristianismo es una religión igualitaria; pero en su nombre se reduce a los seres humanos a la esclavitud. No solo se confunden poder temporal y poder espiritual […] Se postula de entrada que los indios son inferiores, pues los españoles son los que deciden las reglas del juego”.
[4] El patriarcalismo era un principio según el cual cualquier grupo, familia conformaba una jerarquía que iba desde los más humildes o mas jóvenes hasta una figura principal bajo cuya protección y dominio se colocaban, y que era la fuente de todo logro (Lockhart, 1992:15).
[5] El ejercicio del patronazgo y la existencia de redes clientelares de parentesco no deben verse como una actividad generalizada en América Latina, sino como una actividad legítima en una sociedad muy diferente a la actual (Cañeque, 2005:21).
[6] Para el estudio de los lazos entre el rey y sus súbditos americanos, puede revisarse a Mazín (2012).
[7] Como por ejemplo Juan de Santa María, Juan Pablo Mártir Rizo, Pedro de Rivadeneira, Juan Márquez, entre otros. Estos pensadores están dentro del renacimiento europeo, por lo que es comprensible que teoricen parafraseando a clásicos griegos y/o romanos. De este modo, los tratados de la época sobre la liberalidad del rey y lo que ahora llamamos la ‘cultura del don’, tomaban como base la teoría de Aristóteles sobre la amistad, la cual se basa en el ideal de que es ésta la que origina y sustenta los vínculos políticos más duraderos y eficientes, y teoría de los favores de Séneca, los cuales servían para dar cohesión a las sociedades humanas.
[8] Aspecto estratégicamente importante para la Iglesia, conformando a través del donativo una alianza, una lealtad.
[9]Sin embargo, el optimismo de los primeros padres de la Iglesia se basaba más en la ilusión y la esperanza que en la realidad. Existían muy pocos doctrineros […] y muchos de ellos no se percataban plenamente de lo que era o no idolatría. Además, algunos curacas estaban más interesados en explotar económicamente a su rebaño, que en predicar la palabra de Dios. En contraste, sus colegas más conscientes estaban más ocupados en proteger a los indígenas de los abusos de los encomenderos que, por consiguiente, se desviaban de su misión evangélica”. (Cummis, 2004:210-211).
[10] Los conquistadores, los primeros colonos, los sacerdotes y monjes pensaron en una sola cosa: enriquecerse lo más pronto posible y gozar de la vida. (Grigulevich, 1980:268)
[11] Lo que fortalece la presencia del Estado español en el Nuevo Mundo.
[12] Ayudó al debilitamiento de la encomienda el proceso de institucionalización, el crecimiento de los funcionarios reales, el aumento de la inmigración y los cada vez mayores intereses de la Corona (Lockhart, 1992:93), que notaba en la formación de encomiendas un proceso de creación de poderes regionales, generando el temor de que éstas busquen una futura autonomía.
[13] Haciendo referencia a Bartolomé de las Casas y en general a todos aquellos que defendieron la humanidad indígena.


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