Jair Adolfo Miranda Tamayo
Estudiante de Historia - UNMSM
Víctor A. Cuya Castillo
Estudiante de Historia - UNMSM
Daniel A. Varas Campos
Estudiante de Historia - UNMSM
andre_7537@hotmail.com
Resumen:
A comienzos del siglo
XVI, la Corona Española sentía la presión de un grupo de intelectuales que
ponía en duda la legitimidad de las Bulas Alejandrinas de 1493, por lo que el
accionar de la primera no tardó en evidenciarse. Ello nos lleva al Debate de
Valladolid (1550-1551), donde las posturas de Bartolomé de las Casas y Juan
Ginés de Sepúlveda nos muestran dos tradiciones de la época en debate, pero a
pesar de su contraposición, ambas dan las bases para legitimar la presencia
española en el Nuevo Mundo.
Palabras claves:
Debate de Valladolid, Bartolomé de
las Casas, Ginés de Sepúlveda, evangelización.
1. España y el Nuevo
Mundo
La reconquista española
y la conquista del Nuevo Mundo son dos procesos que definen la España Moderna,
una monarquía católica que tuvo su auge a nivel mundial durante el siglo XVI,
tanto a nivel político como económico[1].
El persistente
enfrentamiento con los musulmanes hasta 1492, año de la conquista del reino de
Granada, último reducto musulmán, trajo como consecuencia que los hábitos
adquiridos durante la Alta Edad Media fueran profundamente asimilados y
constituyeran el bagaje espiritual con que España hizo su irrupción en la
escena europea desde el siglo XV. Es así que vemos a una España imbuida en la
idea de la misión divina de liberar al país de los infieles, con un sentimiento
de cruzada que expulsa a los judíos (1492), convierte forzosamente a los recién
conquistados moros granadinos (1499) e impone la inquisición.
Esta cultura del “otro” se
trasladada al Nuevo Mundo durante el proceso de conquista. Además, el
etnocentrismo español era más profundamente reconocible, ya que tenían la
experiencia, antigua y reciente, en el
trato con grupos radicalmente diferentes desde el punto de vista racial,
lingüístico y religioso, lo cual atenúa las relaciones entre Viejo Mundo y
Nuevo Mundo (Lockhart, 1992:17-18). Todo esto influye en el ideal paternalista
de evangelizar a los “infieles” del Nuevo Mundo, una tarea “asignada” por Dios
a España. Es así como veremos luego en Valladolid un Las Casas o un Sepúlveda
que discuten sobre la consideración del indio, cuyos argumentos contrapuestos aceptan
la necesidad de evangelizar al otro[2], aspecto
que sirve como base para justificar la estadía española en el Nuevo Mundo[3].
Dentro de los espacios
del poder, los lazos de parentesco eran muy importantes para la obtención de
cargos, lo que conforma una especie de Estado paternalista o patriarcalista, de
jerarquía, protección y dominio, característica del modelo feudal en el que estaba
inmersa España, combinado con las nacientes relaciones capitalistas comerciales.
Como reconoce Cañeque (2002:30), esta característica también es típica de
estados con un nivel de centralización incompleto, como claramente lo era la
monarquía hispana de los siglos XVI y XVII. De esta forma, en los espacios de
poder “[…] pervivían tradiciones de favoritismo, nepotismo y patrimonialización
de los oficios, incluso en los tribunales” (Lockhart, 1992:19)[4].
Por esta razón, la
liberalidad, la lógica del favor y la cultura del don son tal vez los
mecanismos más importantes de la Corona española del siglo XVI y XVII para dar
cohesión a la monarquía y legitimar la jerarquía en España primero, y luego en
el Nuevo Mundo. Dichos mecanismos son eficientes durante estos primeros siglos,
caracterizados por una debilidad institucional, redes de parentesco en el
poder, patronazgo,[5]
corrupción, conflictos, violencia política, etc. El historiador Alejandro
Cañeque nos decía que “El gobernante [ya fuera un monarca o uno de sus virreyes]
debía ser liberal” (2005:9), Es decir, ser dadivoso, dar favores, sean
mercancías o cargos públicos. El obsequio dado al súbdito genera un sentimiento
de obligación moral, de agradecimiento,
lo cual puede asegurar su lealtad. Mientras que la autoridad debe
proteger a su súbdito, recompensarlo continuamente por su buen trabajo, es
decir, renovando los lazos recíprocos constantemente[6]. Todo
esto era algo con lo que todos los tratadistas de la época estaban de acuerdo[7].
Teniendo en cuenta el
paternalismo, la cultura del don, los lazos de parentesco y lo anteriormente
mencionado, podemos comprender mejor la relación existente entre España y las
nuevas tierras: para la mayoría de los españoles, el título de propiedad del Nuevo
Mundo era el donativo papal de 1493 conocidas como Bulas Alejandrinas o Bula Intercaetera, cuando Alejandro VI, precisamente
un español, cedió a los Reyes Católicos el dominio de las islas y tierras “de
la mar océano”, encargándoseles la conversión de sus habitantes. “De este modo
el Papa confiaba, delegaba en los reyes de España una función fundamental de la
Iglesia, una función propiamente eclesiástica: la de «ir a enseñar y bautizar a
todos los pueblos»” (Dumont, 2009:35). España era observada como apta para
dicha misión, aspecto fortalecido por la conquista de Granada, el cual era un
testimonio de los eminentes servicios de los soberanos españoles a la Iglesia
cristiana (Brading, 1991:98). Es con las Bulas Alejandrinas que se justifican
el poder, jerarquía y estatus sobre el Nuevo Mundo, usando la tarea
civilizatoria y evangelizadora como una escusa para iniciar el proceso de
conquista del Nuevo Mundo, del cual España se beneficiará mucho. Como ya se
adelantaba, estas Bulas son muestra de cultura paternalista de la época, además
de la búsqueda de la lealtad española hacia la Iglesia a través del don[8]. Pero
esta justificación del poder pronto será puesta en tela de juicio, combinándose
con los problemas de conducta de los españoles en el Nuevo Mundo.
En un primer momento,
los religiosos que acompañaron a los conquistadores se tomaron la tarea de
ensañar el cristianismo, totalmente nuevo para los indígenas. Estos casos
fueron pocos, ya que la mayoría de clérigos, religiosos y sobre todo
conquistadores llegaron a estas tierras en busca de riqueza, independientemente
de los medios utilizados para ello. Como señala Vargas (1953: t.II, 213):
En los primeros años de
la conquista, los clérigos que venían a estas tierras no venían precisamente
con el deseo de predicar la fe a los indígenas y ganarlos para Jesucristo […].
Pero es preciso confesar que a buena parte de ellos los atraía el oro de las
indias y venían a América a hacer fortuna. Mientras unos lo hacían honradamente
y cumpliendo con la obligación de su oficio, otros no atendían sino a lo
primero y de ahí que su labor no fuera provechosa.
De esta manera, tanto
conquistadores como religiosos se aprovecharon de sus poderes conferidos por la
Corona y el papado en detrimento del indio. Esto, combinado con esa notable
cultura del otro marcará que dentro de la psicología del español el indio sea
un ser inferior, despreciable y un simple medio más para sus fines económicos y
políticos[9].
Idea muy notoria en el Debate de Valladolid.
La consigna era clara,
la tierra americana era rica por donde se le mirara y en tales circunstancias
los españoles que llegaban, embriagados por las maravillas encontradas, solo
podían concebir una sola cosa: enriquecerse. Esto era igualmente válido para
aquel conquistador que en nombre de la corona española venía a pacificar estos
reinos o para el clérigo que encargado en la misión de llevar las sagradas
escrituras debía de entregarse en cuerpo y alma al trabajo de la evangelización
para la conversión y salvación de los indios[10].
Los primeros intentos de
reforma en torno al tema de la evangelización del nativo indiano tuvo como
punto de partidala Bula Omnimodade
1522 firmada por el papa Adriano VI. Esta bula permitió a las órdenes
mendicantes asumir labores pastorales, antes destinadas al clero secular de las
parroquias. También otorgaba al Rey de España ciertos derechos en cuanto a la
selección y examen de los sacerdotes elegidos para las misiones. Esta bula
trató de reformar el sistema eclesiástico en respuesta con las denuncias en
crecimiento sobre los maltratos y excesos sobre los indios. Laboa (2005:295) nos
describe la actitud de Adriano VI:
[…] denunció Adriano los
vicios de la Curia Romana, prometió corregirlos con celeridad y reclamó la
ayuda de todos para conseguirlo. Adriano fue muy exigente con los cardenales,
pero no redujo a ellos la exigencia de cambio: diezmó el número de los que
vivían de puestos innecesarios, suprimió costumbres poco cristianas, castigó la
inmoralidad pública y a cuantos abusaban de sus cargos para enriquecerse, atacó
de frente la burocracia eclesiástica.
Esta Bula no fue una de
las primeras respuestas ante las denuncias de la situación en el Nuevo Mundo.
Fray Antonio de Montesinos dio un sermón el 14 de diciembre de 1511 donde
negaba el derecho de los colonos a someter a los nativos a servidumbre, ya que
estos vivían en paz hasta que llegaron los conquistadores españoles. Esta
acusaciones dieron pie a las primeas posturas doctrinales de Juan López de
Palacios y Matías de Paz, incluso influenciaron a Bartolomé de las Casas.
El sermón de Fray Antonio de Montesinos incentivó las
Leyes de Burgos de enero de 1513, resultado de reuniones entre juristas e
intelectuales, donde participaron López Palacios y Matías Paz, convocada por el
rey Fernando el Católico en torno a la legitimidad española, donde ya se
observan los antagonismos entre las posturas, debate que llega a su auge en
Valladolid. Estas dieron las bases para el derecho indiano, planteando una
serie de principios: la encomienda pasa a ser un señorío fiscal de protección y
evangelización, con un sistema de tributos del indio hacia el rey; los indios
de encomiendas debían estar cerca de ciudades o pueblos españoles, con el fin
de favorecer la comunicación, enseñarles el progreso y evangelizarlos;
proporcionarles a los indios alimentación, vestimenta y casa necesaria para que
realicen su trabajo correctamente; no castigarlos durante el trabajo, ni
explotarlos excesivamente; además, dos inspectores por pueblo debían encargarse
de que esta legislación se respetara de forma efectiva (Dumont, 2009: 55-57).
Las Nuevas Leyes de 1542
también son resultado de esta presión creciente. El control y vigilancia sobre
el Nuevo Mundo en los primeros años de la conquista no era muy insistente o
eficientemente institucionalizado. En base a las redes de parentesco la persona
era la institución. La debilidad institucional permitió la corrupción,
explotación al indio, muchas atrocidades. Es a partir del auge regional de los
encomenderos y las enérgicas acusaciones que la Corona implanta el código de
las Nuevas Leyes. Las relaciones de parentesco fortalecían el poder local de
tipo feudal que generaba las encomiendas, puesto que había una fuerte tendencia
a perpetuar las encomiendas entre amigos y parientes, sin tener en cuenta la
sucesión legal (Lockhart, 1982:24), lo que demuestra la debilidad institucional
ya descrita.
Las Nuevas Leyes
estipulaba la eliminación de encomiendas, el pago de un salario al trabajador,
el pago de tributos[11],
lineamientos contradictorios a los intereses de los encomenderos, quienes
reaccionaron instantáneamente. Generó cólera y tumultos en México y una
revolución en Perú. A pesar de los conflictos que se desarrollaron en contra de
las leyes, la encomienda no sería el mismo modelo explotador de antes, sino que
esta vez la Corona reafirmó su autoridad definiéndola como pensión encargada
del tributo real y no como un beneficio señorial (Brading, 1991:85-86). Dichos
movimientos de la Corona destruyeron la posibilidad de la formación de poderes
regionales autónomos alrededor de las encomiendas, lo que hubiera sido un grave
problema para esta[12].
Como describe Bowser:
[…] en la política del
gobierno influyeron algo más que consideraciones humanitarias. Por lo menos, la
Corona esta resuelta a impedir el ascenso de una aristocracia de conquistadores
capaz de desafiar su autoridad en las colonias americanas, y el control real de
la mano de obra indígena era esencial para ese fin.
Y en palabras de
Lockhart (1982:20), “la encomienda fue un instrumento fundamental para la
explotación española de la mano de obra y la producción indígenas durante el
período de la conquista”. Era, pues, esencial para la organización económica y
social del virreinato. Por esta razón, la ley fue rápidamente considerada de
imposible aplicación: los colonos necesitaban tierra y trabajadores, por lo que
muchos de sus puntos no son puestos en práctica (Syme, 1993: 87).
2.
El Debate
de Valladolid
El 3 de julio de 1549 el Consejo de Indias
decidió interrumpir la conquista de América en vista de las crecientes demandas
de un grupo de intelectuales, donde Bartolomé de las Casas era uno de ellos. Al
año siguiente, en abril, el mismo Carlos V detuvo sus avances en las indias,
era una situación que comenzaba a escaparse de las manos de la Corona. La coyuntura reclamaba a Rey que el caso se
tome en consideración, por lo que este tuvo que organizar el Debate de
Valladolid.
También conocido como la Controversia o Junta
de Valladolid, debate en su seno aspectos sobre las conquistas española de
América. Fue realizado entre 1550 y 1551 en Valladolid, la capital política y
administrativa de España en ese entonces, además de ser un punto clave en el
transito del conocimiento español. Las sesiones estuvieron divididas en dos
etapas: del 15 de agosto de hasta mediados de setiembre de 1550, y del 10 de
abril al 4 de mayo de 1551. Los tribunales fueron compuestos por juristas y
teólogos, pero las figuras más resaltantes fueron la de Bartolomé de las Casas
y Juan Ginés de Sepúlveda, cada uno con alegatos diferentes que entraron en
debate.
Tuvo gran significación el lugar donde se
desarrolló el debate: una España que representaba a Europa sobre el Nuevo Mundo
y la capilla del Colegio de San Gregorio de Valladolid. Esta capilla era una de
las obras más ricas, puras y llenas de gracia divina que el renacimiento haya
inspirado en España. Como reconoce Dumont (2009: 13), “este ambiente manifestaba la existencia
apremiante de una civilización cristiana española [y ayudaba a] confirmar
la defensa de esta civilización”.
La contraposición entre Sepúlveda y Las Casas
en la Junta de Valladolid, ignorando una postura maniquea del bien y el mal,
nos arroja dos perspectivas diferentes en cuanto la historia del pensamiento
español sobre la conquista de América.
Bartolomé de las Casas era el gran defensor
de la causa india, intentando convencer sobre la posibilidad de una sociedad
indiana de colonos e indios en convivencia pacífica. Su punto de vista
“legitimaba la conquista solo por la necesidad de evangelización de los pueblos
nativos” (Manero, 2009:99), conformando un pensamiento universalista cristiano medieval,
es decir “Ellos” son como “nosotros”. Del otro lado se encontraba el
conservador Juan Ginés de Sepúlveda con su idea del imperialismo
español y defensa de la Guerra contra los Indios. Sepúlveda puede ser
considerado un personaje adelantado a su tiempo a través de sus planteamientos
nacionalistas renacentistas, que buscan el beneficio para el imperio español
sin importar el medio.
El debate consistió en la argumentación de
Sepúlveda y la contra argumentación de Las Casas sobre la justicia o injusticia
de la guerra contra los indios desde el punto de vista del derecho, y si los
indios de América se encontraban en un estado de inferioridad y barbarie.
Ambos puntos de vista debaten sobre el trato
de los indios, pero tienen en común la búsqueda de un planteamiento que
legitime la conquista española sobre el nuevo Mundo. Es necesaria la presencia
de España sobre las nuevas tierras. Pero a la vez:
La Controversia fue esencialmente un examen
de conciencia religioso preparado por orden de un monarca tan vicario
apostólico como plenamente evangelizador a la luz de sus responsabilidades, más
aún espirituales que temporales. Un caso único en la historia. Porque claramente, los
ingleses, holandeses y franceses no se cargaron con escrúpulos semejantes. No
hubo en su caso muestras de Controversia sobre los justos títulos de su
presencia en América”
(Dumont, 2009:38).
Esto se debe a que las denuncias de los
intelectuales como Bartolomé de las Casas ponían en juego la legitimidad
española sobre el nuevo mundo, o en otras palabras, ponían en juego las
disposiciones de las Bulas Papales de 1493.
En el debate, además,
encontramos la contraposición de las formas de legitimización de dominio: la
tradición moderna humanista de Las Casas y la tradición antigua romana
cristiana de Sepúlveda, un debate propio del renacimiento que se desarrolla en
Europa. Como menciona Flores (2008:139):
[…] en el discurso del cura de las Casas hay una
refundación de lo religioso, desde una episteme distinta a la que estableció la
oposición religio/superstitio de la antigüedad romano-cristiana, basada ahora
en un humanismo moderno que defiende los derechos individuales universales. En
cambio, en el discurso de Ginés de Sepúlveda, la argumentación a favor de la
“justa guerra contra los indios” se sigue basando en la lógica política de la
dominación/exclusión estamental, a partir de la marca religio/superstitio,
propia de la episteme antigua. Sin embargo, en realidad, ambas son estrategias
discursivas que buscan lidiar, de manera diferente, con el poder civil o seglar,
expresado en la autoridad política de la Corona española, pero, sobre todo, en
el creciente poder individual de los conquistadores y, luego, de los virreyes y
gamonales, favorecidos con el reparto de América.
El conflicto religioso
en última instancia es un conflicto jurídico y aunque en la teoría es la postura
“lascasista”[13]
la que se impone, en la práctica será Sepúlveda el que mostrará mayor
influencia en las relaciones sociales del siglo XVI.
Al fin y al cabo, estos
debates darán cimiento al futuro derecho internacional. Términos como
“humanidad del indio” o su “animalidad” no son más que expresiones en boga para
apreciar la forma en la que España debe dominar de un pueblo en pos de la
religión o de la civilización a distancias mayores de las hasta entonces
conocidas que abarca en general todo el mundo.
3.
Conclusiones
1. Las Bulas Alejandrinas de 1493 fueron el “título de propiedad” español
sobre el Nuevo Mundo. Son muestra de la cultura paternalista y de la confección
de relaciones clientelares a través del don, característico de la época. Dicha
justificación es puesta en duda en el Debate de Valladolid (1550 – 1551).
2. Desde un inicio, las relaciones entre español e indígena se tornaron de
abusos, maltratos, explotación, etc. La presión de varios intelectuales y las
denuncias, combinado con el crecimiento de poder focal de algunas encomiendas,
generaron políticas de parte de la Corona como la Leyes de Burgos (1513), la Bula Omnimodade (1522) y las Nuevas Leyes (1542).
Todo esto conllevó a la realización del Debate de Valladolid.
3. Se conoce como la Controversia de Valladolid al debate sobre las
conquistas española de América, organizado por el rey Carlos V entre 1550 y
1551 en Valladolid. Bartolomé de las Casas y Juan Ginés de Sepúlveda fueron los
personajes más representativos del debate.
4. Los puntos de vista antagónicos en el debate discutían la consideración
del indio, pero ambas partes convergen
en la necesidad de la evangelización del otro: sea de modo pacífico (Bartolomé
de las Casas) o a través de la guerra (Juan Ginés de Sepúlveda). No se discute
si España tiene o no que retirarse de las tierras nuevas, sino cómo es que esta
realizará su cometido “divino”. De este modo, se refuerza la justificación
católica el dominio sobre las posesiones americanas.
Referencias
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el Peru Colonial (1524 – 1650). Mexico: Siglo XXI.
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D.
1991 Orbe indiano. De la monarquía católica a la república criolla
(1492-1867). México: Fondo de Cultura Económica.
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2005 “De parientes,
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29, N° 1, pp. 7-42.
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con el Inca. La abstracción andina y las imágenes coloniales de los queros.
México: Fondo Editorial UNMSM.
Dumont, J.
2009 El amanecer de los
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Gruzinski, S.
2010 Las cuatro partes del mundo. Historia de una
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electrónica iberoamericana. Vol. 3, nº 2. P.85-114
Mazín,
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2012 Las representaciones del poder en las
sociedades hispánicas. México: El colegio de México.
Syme, R.
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1998 La conquista de América. El problema del
otro. México: Siglo Veintiuno editores.
Vargas, R.
1953 Historia de la Iglesia en el Perú. Tomo I
y II. Lima: Imprenta Santa María.
Notas:
[1] Chimalpahin,
un noble chalca de finales del siglo XVI y comienzos del XVII, divide al mundo
en cuatro partes: Europa, Asia, África y el Nuevo Mundo. Su mundo tiene una
“capital mundial”, Roma, y “un señor universal”, el Rey de España (Gruzinski,
2010:35). Esto demuestra la importancia a nivel mundial de España durante su
época (siendo tardía para el contexto histórico que observamos en el presente
trabajo), siendo el Rey puesto en primer plano, rezagando al Papa (a pesar de
que Chimalpahin era un fiel cristiano).
[3] Acerca de la
cultura del “otro”, se puede consultar a Todorov (1998: 159) quien nos dice.
“El cristianismo es una religión igualitaria; pero en su nombre se reduce a los
seres humanos a la esclavitud. No solo se confunden poder temporal y poder
espiritual […] Se postula de entrada que los indios son inferiores, pues los
españoles son los que deciden las reglas del juego”.
[4] El
patriarcalismo era un principio según el cual cualquier grupo, familia
conformaba una jerarquía que iba desde los más humildes o mas jóvenes hasta una
figura principal bajo cuya protección y dominio se colocaban, y que era la fuente de todo logro (Lockhart,
1992:15).
[5] El
ejercicio del patronazgo y la existencia de redes clientelares de parentesco no
deben verse como una actividad generalizada en América Latina, sino como una
actividad legítima en una sociedad muy diferente a la actual (Cañeque,
2005:21).
[6] Para
el estudio de los lazos entre el rey y sus súbditos americanos, puede revisarse a Mazín (2012).
[7] Como
por ejemplo Juan de Santa María, Juan Pablo Mártir Rizo, Pedro de Rivadeneira,
Juan Márquez, entre otros. Estos
pensadores están dentro del renacimiento europeo, por lo que es comprensible
que teoricen parafraseando a clásicos griegos y/o romanos. De este modo, los
tratados de la época sobre la liberalidad del rey y lo que ahora llamamos la
‘cultura del don’, tomaban como base la teoría de Aristóteles sobre la amistad,
la cual se basa en el ideal de que es ésta la que origina y sustenta los
vínculos políticos más duraderos y eficientes, y teoría de los favores de
Séneca, los cuales servían para dar cohesión a las sociedades humanas.
[8] Aspecto
estratégicamente importante para la Iglesia, conformando a través del donativo
una alianza, una lealtad.
[9] “Sin embargo, el optimismo de los primeros padres de la
Iglesia se basaba más en la ilusión y la esperanza que en la realidad. Existían
muy pocos doctrineros […] y muchos de ellos no se percataban plenamente de lo
que era o no idolatría. Además, algunos curacas estaban más interesados en
explotar económicamente a su rebaño, que en predicar la palabra de Dios. En
contraste, sus colegas más conscientes estaban más ocupados en proteger a los
indígenas de los abusos de los encomenderos que, por consiguiente, se desviaban
de su misión evangélica”. (Cummis, 2004:210-211).
[10] Los
conquistadores, los primeros colonos, los sacerdotes y monjes pensaron en una
sola cosa: enriquecerse lo más pronto posible y gozar de la vida. (Grigulevich,
1980:268)
[12] Ayudó
al debilitamiento de la encomienda el proceso de institucionalización, el
crecimiento de los funcionarios reales, el aumento de la inmigración y los cada
vez mayores intereses de la Corona (Lockhart, 1992:93), que notaba en la
formación de encomiendas un proceso de creación de poderes regionales,
generando el temor de que éstas busquen una futura autonomía.
[13] Haciendo
referencia a Bartolomé de las Casas y en general a todos aquellos que
defendieron la humanidad indígena.
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