Carlos
Luis Paredes Hernández
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
cparedes255@gmail.com
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
cparedes255@gmail.com
Abstract:
Hace unos meses
se dio el anuncio de la construcción del Museo Nacional del Perú, pero hay que
tener en cuenta que este tan anhelado museo ya había sido fundado en 1822 y lo
que estaría a previsto para 2016 sería la construcción de un local
específicamente para su función. Un local que sería construido casi dos siglos
después de su fundación. Aquí haremos un recorrido por los vaivenes que tuvo el
Museo Nacional, por los locales en los que se asentó y en los problemas que
tuvo desde su fundación.
Palabras clave:
Museo Nacional; Museo Nacional de Historia; Museo de la Nación; museología
Al llegar la ola
independentista al Perú, se dio la necesidad de que los peruanos adquiriéramos
conciencia de nuestro pasado, y para esto era necesario crear un Museo Nacional
para que se culturalizara a la población. Es así que en 1822, Torre Tagle
expedirá el Decreto Supremo N°80 en el que se dan los primeros pasos para
impedir que los bienes peruanos sean extraídos del territorio nacional y con
este mismo decreto se da la fundación del Museo Nacional, la cual albergaría
los bienes que estuvieran a punto de abandonar el país ilegalmente. Y aunque la
independencia generó la necesidad de crear un Museo Nacional, debido a los
problemas mismos de la guerra, se pospuso constantemente la creación de un
local para albergarlo. En periódicos de la época se hace mención de
exposiciones del Museo Nacional realizadas en una sala anexa a la Biblioteca
Nacional y es con las gestiones de Mariano Eduardo de Rivero y Uztáriz que para
1826 se traslada al local del Tribunal de la Inquisición, esto es corroborado
por Johann Jakob von Tschudi[3] quien
además nos deja su testimonio acerca del Museo Nacional diciéndonos que este
museo no era más que un lugar donde se juntaban curiosidades para que los
aficionados los vean y que carecía de carácter científico.
En sus inicios,
el Museo Nacional, era un lugar en el que se mezclaban arte precolombino y
pinturas virreinales, además de tener una organización deplorable. Hacia 1829,
se empiezan a recibir donaciones, pero a pesar de esto, el Estado comienza a
abandonar su interés por el Museo Nacional. Es a partir de ahí, que empiezan
los continuos cambios de local y administración, cual si se tratase de un
conjunto de objetos viejos que incomodasen al Estado.
En 1836 se da un
paso adelante en la organización del Museo Nacional cuando Luis José de
Orbegoso expide el Decreto Supremo N°433, en 1836, en donde se menciona que el
gobierno debe visitar el museo una vez cada 6 meses para evaluar su desempeño y
estado, se especifica la creación de un horario de atención y se dan ciertas
reglas para preservar los bienes culturales. Más tarde, Antonio Gutiérrez de la
Fuente ordena que se traslade el museo a dos cuartos de la Biblioteca Nacional
y se desocupe el Tribunal de la Inquisición, pues para él, el local de la
Inquisición debía ser para mostrar “un objeto más análogo e interesante al
público”[4]. Desde
ahí hasta 1872, el Museo Nacional permanecía por momentos cerrado y por
momentos abierto, rigiéndose completamente al vaivén político.
Para 1841 se llega
a expedir el primer reglamento del Museo
Nacional donde se da la existencia del artículo 9 que prohíbe el ingreso de
niños, personas con bastones u objetos peligrosos, y también a las personas que
parezcan sospechosas, dando instrucciones para su detención encaso se
incumpliese esta norma. Entre 1865 y 1870 el museo adquirió nuevos bienes
producto de las donaciones de prefectos y gobernadores de provincias y la
incorporación del Museo Raimondi, que luego fue asignado a la Facultad de
Medicina de San Fernando. En 1872 se crea la Sociedad de Bellas Artes con el
fin de velar por la administración y conservación del Palacio de la Exposición
donde estaría ubicado el Museo Nacional.
En plena
ocupación chilena de Lima, el museo es saqueado y los bienes que teníamos
fueron trasladados al Museo de Historia Natural de Santiago de Chile, todos los
bienes que se encontraban en el Palacio de la Exposición fueron sustraídos y
solo sobrevivió la Estela Raimondi, la cual se encontraba semi-escondida en uno
de los jardines del parque.
Algo paradójico es
que entre 1880 y 1905 se formaron una gran variedad de museos a lo largo y
ancho del mundo, enriquecidos con una serie de colecciones peruanas. Pero en el
Perú, durante ese mismo periodo, se carecía de museo alguno donde resguardar
nuestros tan preciados bienes que embellecían los museos del mundo.
En 1905 vuelve
el interés estatal por el Museo Nacional, ante la necesidad de un ente
regularizador y que administrara el museo, el Presidente José Pardo ve la
necesidad de fundar el Instituto Histórico del Perú y el Museo de Historia
Nacional, que tenían como función la de cultivar y promover el estudio de la
historia nacional. Este museo fue inaugurado el 29 de Julio de 1906 en la
planta alta del Palacio de la Exposición. Eugenio Larrabure y Unanue fue
designado como Director del nuevo museo quien dio un emotivo discurso donde nos
hizo un llamado de atención sobre los museos extranjeros que están llenos de
bienes peruanos “¿…y nosotros los dueños delas inagotables fuentes que han
producido esas reliquias históricas, que poseemos? ¡Nada!”.[5] Con aquella frase un tanto cruda pero
que mostraba aquel intereses o mejor dicho desinterés que había tenido el
Estado por el Museo Nacional es que se inicia una nueva etapa para nuestro museo.
Durante este
periodo estuvo dividido en dos áreas administrativas. El primero fue el Área de Arqueología y Tribus Salvajes y la segunda área
correspondía a la Colonia y República.
Estas dos áreas eran dirigidas respectivamente por Max Uhle y José Augusto de
Izcue. En 1911, se le rescinde el contrato a Uhle quien, desgraciadamente tiene
que abandonar la dirección del Área de Arqueología,
lo cual genera un gran declive del museo que finalmente seria cerrado en 1913.
Ante la salida de Max Uhle, la dirección del Área de Arqueología y Tribus Salvajes se encontraría a cargo de
Emilio Gutiérrez de Quintanilla, quien inmediatamente se dedicó a criticar todo
lo que había hecho Uhle.[6] Algo que por cierto, resulta natural en el
medio peruano.
Durante esta
época se hace evidente la falta de apoyo económico producto del escaso
presupuesto que se tenía, por lo cual se decide tomar ciertas acciones. Se sabe
que Gutiérrez propuso al gobierno la contratación de Josué A. Carbajal para que
sea el huaquero del museo y se ahorre en la adquisición de nuevas piezas,
también instauro el cobro de entrada al museo, que de paso servía para evitar que “el ’vulgo torpe’ vea las cosas
que no comprendía”.[7] Cuando Julio C. Tello escribe Presente y Futuro del Museo Nacional[8]
nos da un adelanto de lo que en el futuro serian reglas indispensables de la
museología. Considerado como el aporte más valioso para la museología peruana
que contiene aportes extraordinarios para esta disciplina. A diferencia de
Emilio Gutiérrez de Quintanilla, quien veía al museo como un lugar exclusivo
para las élites, Tello veía al museo como un lugar creador de conciencia
nacional, teniendo como público al pueblo en general. También hacia imperioso
el de darle “vida” al museo y no tenerlo como un lugar de depósito de ‘cosas
antiguas’[9] Lamentablemente
las nociones de Tello sobre los museos no tuvieron acogida en los años
posteriores.
Finalmente
durante el gobierno de Belaunde, se realiza un concurso de proyectos
arquitectónicos para construir un nuevo local para el Museo Nacional. La
construcción del museo quedo congelado por al menos 10 años, cuando se decide
formar un evaluación del proyecto que estaría a cargo de Luis Guillermo Lumbreras. En octubre de 1978,
Lumbreras entrega el informe al director del INC, Leslie Lee. En aquel informe
se da una fuerte crítica al proyecto. En primer lugar arremete contra la
ubicación del nuevo local que iba a estar edificado sobre un centro urbano
pre-colombino en la esquina entre la Av. Riva-Agüero y Av. Venezuela, en donde
el mayor problema sería la fuerte exposición de las piezas ante el polvo,
humedad y salinidad del lugar, haciendo suponer que las piezas no estaría
protegidas bajo ningún cristal o que se expondrían al aire libre como para que
esos tres factores puedan afectarlo críticamente. También hace una crítica a
las instalaciones internas del local, según él, existiría una escasez de
accesos a zonas de aire libre y unos recorridos tan largos que el recorrido
mínimo duraría cerca de 4 horas sin la posibilidad de tener un área abierta
para el descanso. Así como también que no había un área predeterminada para los
laboratorios y que el sótano solo tenía una puerta de salida.[10] La
mayoría de estos, errores que podrían ser modificados fácilmente pero que en la
realidad sirvieron como excusa para dar por terminado el sueño, algunos lo
llaman utopía, de tener una sede para el Museo Nacional.
Posteriormente a
través de un Decreto Supremo promulgado el 13 de Marzo de 1988, durante el primer
gobierno de Alan García, el Museo Nacional de Arqueología, Antropología e
Historia es trasladado al antiguo local del Ministerio de Pesquería, que hasta
ese momento era ocupado por el Banco de la Nación, y aunque en sus inicios era
un museo con exposiciones respetables, muy a pesar de sus limitaciones de no
estar albergado en un edificio diseñado estrictamente para su funcionamiento,
con el tiempo se fue descuidando hasta que finalmente termino siendo
desactivadas sistemáticamente la mayor parte de las exposiciones que ahí se
encontraban[11].
Ahora ya es un
triste recuerdo de lo que alguna vez pudimos tener pero no supimos aprovechar
esas oportunidades que se nos dio de poder realizarlo. Culpa en parte de
nuestros políticos por no crearlos ni mantenerlos, culpa también nuestra por no
valorar los pocos que tenemos.
[1]
Esto es quizás a raíz de la moda que se estaba dando entre los reyes europeos,
una moda que consistía en exhibir las riquezas de sus colonias e imperios.
[2]
Roger Ravines. Los Museos del Perú: Breve
historia y guía. Lima: Instituto Nacional de Cultura. 1989, pág. 16
[3]
Roger Ravines, Los Museos del Perú: Breve
historia y guía. Lima: Instituto Nacional de Cultura. 1989, pág. 31
[4]
Luis Guillermo Lumbreras. “Tres fundaciones de un museo para el Perú.” En A.
Castrillón, Museo peruano: Utopía y
realidad. Lima: Fondo Editorial del Congreso del Perú. 1986, págs. 122-123
[5]
Roger Ravines. Los Museos del Perú: Breve
historia y guía. Lima: Instituto Nacional de Cultura. 1989, págs. 41-42
[6]
Luis Guillermo Lumbreras. “Tres fundaciones de un museo para el Perú.” En A.
Castrillón, Museo peruano: Utopía y
realidad. Lima: Fondo Editorial del Congreso del Perú. 1986, págs. 124
[7]
Luis Guillermo Lumbreras. “Tres
fundaciones de un museo para el Perú.” En A. Castrillón, Museo peruano: Utopía y realidad. Lima: Fondo Editorial del
Congreso del Perú. 1986, págs. 124-125
[8]
Julio Cesar Tello. Presente y futuro del
Museo Nacional. Lima: Museo Nacional de Antropología y Arqueología, 1913
[9]
Alfonso Castrillón. “Museos y patrimonio cultural”. En W. Alva, F. de Trazegnies,
L. Lumbreras, & [et. al]. Patrimonio
Cultural. Volumen 1. Lima: Fondo Editorial del Congreso del Perú, pág. 264
[10]
Alfonso Castrillon. Museo Peruano. Utopía y realidad. Lima: Industrial Gráfica. 1986, págs. 60-61
[11]
Para un mayor alcance acerca de los vaivenes del Museo de la Nación, revisar:
Virgilio Freddy Cabanillas. “Museo de la Nación. Reclamo ciudadano”. En El
espejo de Clío. 9 de Julio del 2009. Recuperado de <http://elespejodeclio.blogspot.com/2009/07/museo-de-la-nacion-reclamo-ciudadano.html>
(25 de Octubre del 2014)
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