Páginas

20 sept 2014

Agustín de Hipona: Vida y obras


Eric Sebastian Meza Chávez.
Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

RESUMEN
En el presente trabajo se esboza una pequeña biografía sobre este muy conocido personaje: Agustín de Hipona. Abordaremos distintos aspectos de su vida, y más aún su producción intelectual. Siendo Obispo de Hipona, fue un ferviente defensor del cristianismo quien en su obra La Ciudad de Dios propone una defensa hacia esta cultura. Se tomará como fuente su obra autobiográfica Confesiones, junto con el análisis de otras obras pertinentes para su estudio.


1.    Primeros años, infancia, niñez y juventud.
                    ¿Quién pudiera hacer que yo me acuerde de los pecados de mi infancia?, porque nadie está limpio de pecado en vuestra presencia, aunque sea el infante recién nacido, que hace un solo día que vive sobre la tierra.[1]
Agustín de Hipona nace el 13 de noviembre del 354 d.C. en la localidad de Tagaste, en la actual Argelia africana. Hijo de madre cristiana, Santa Mónica,  y de padre pagano; tuvo una infancia como la de casi cualquier otro pequeño sobre la Tierra:
“Después también comencé a reír; primeramente mientras estaba dormido, y después también reía mientras estaba despierto. Así me lo han contado, y yo lo he creído, porque lo mismo vemos en los otros niños; pues yo no me acuerdo de estas cosas.” (Agustín de Hipona; 1983:30).
O también podemos deducir que era un niño engreído que llora cuando no obtiene lo que desea:
“Y cuando no me daban los gustos que pedía, o por no haberme entendido, o porque no me hiciese daño, me indignaba con mis mayores porque no me obedecían, y con las personas libres porque no me sujetaban y servían, y me vengaba de todos con llorar.” (Agustín de Hipona; op. cit.)
Luego aprendió a hablar, llegó a la niñez y fue enviado a la escuela[2]de su ciudad natal de Tagaste alrededor del 361, en donde conoció otros niños, tuvo lo que él llama el “amor al juego” y sufrió azotes por parte de sus profesores si es que no les obedecía. De los cuales, según Agustín, algunos eran cristianos pues invocaban a Dios y se encomendaban a él; podemos deducir que su madre -Santa Mónica- y sus profesores influenciaron en Agustín los preceptos cristianos desde temprana edad. Durante su etapa escolar en la primaria no fue muy aplicado debido a, como se mencionó líneas arriba, le gustaba jugar y por esto sufría azotes: “Porque a mí no me faltaba memoria ni ingenio, pues Vos, Señor, me lo disteis muy suficiente aquella edad; pero gustaba del juego, y por él me castigaban los que tenían el mismo gusto y ejecutaban lo propio.” (Agustín de Hipona; op. cit.: 36). Entonces vemos a un niño que sabía de sus inteligencias pero que prefería jugar al juego de la pelota como él lo llama.
Como toda persona que asiste a un centro de estudios, Agustín llevó algunas asignaturas en su formación y algunas le gustaban mucho, mientras que aborrecía otras. El estudio de las letras no fue de su preferencia durante los primeros años de escuela –lo cual causa sorpresa cuando uno indaga acerca de la ingente cantidad de escritos de este autor-, también nos comenta sobre su desprecio hacia el aprendizaje del idioma griego, en contraste con su afición hacia el latín (esto se expresa en la sociedad en que vivía, sus padres hablaban latín, o una variante de él, y esto influenciaba a que Agustín prefiriera antes este idioma al griego). La enseñanza de las matemáticas también era impartida en la escuela. Sucede lo mismo con el idioma griego; Agustín aborrece el estudio de la Aritmética:
“Pues ¿qué diré de mi repugnancia a los primeros principios de la aritmética?: era para mí una canción insufrible el oír a los otros,  y repetir lo mismo: uno y uno son dos; dos y dos son cuatro; cuando por otra parte era para mi gusto un pasaje muy delicioso, el de aquel caballo de madera lleno de gente armada, el incendio de Troya, y la sombra de Creusa.” (Agustín de Hipona; op. cit.: 41.)
Bien sabemos que la forma en cómo una persona se hace cristiana, nos estamos refiriendo al rito de iniciación de todo cristiano; el bautismo. Ahora bien, Agustín nos cuenta que hubiera preferido bautizarse antes para estar más tiempo en gracia de Dios. El hecho que gravitó el bautizo de Agustín fue un mal que padeció, al cual, su madre solo vio como única forma de salvarlo la administración del sacramento a su hijo.
Al terminar la educación primaria, sus padres decidieron mandarlo a la ciudad de Madaura a continuar con sus estudios secundarios. Ya estando establecido en esta ciudad, Agustín nos habla acerca de su adolescencia y los pecados que cometió (recordemos que Confesiones es una obra, a parte de biográfica, de penitencia cuyo fin es el de buscar el perdón por sus pecados[3]) antes de mudarse a la lejana ciudad de Cartago a continuar sus estudios, interrupción dada entre los años 369 y 370.
El primer pecado del que Agustín nos habla es el adulterio, cuando se deja llevar por las pasiones propias de la adolescencia a los dieciséis años:
“Y ¿qué era lo que me deleitaba sino amar y ser amado?, pero en esto no guardaba yo el modo que debe haber en amarse las almas mutuamente, que son los límites claros y lustrosos a que se ha de ceñir la verdadera amistad; sino que levantándose nieblas y vapores del cenegal de mi concupiscencia y pubertad, anublaban y oscurecían mi corazón y espíritu de tal modo, que no discernía entre la clara serenidad del amor casto y la inquietud tenebrosa del amor impuro.” (Agustín de Hipona; op. cit.:52).
Una vez ya establecido en Cartago con su familia, ésta tuvo problemas económicos, los cuales no le permitieron asistir a la escuela en ese año. Volvió a los estudios en el 371 en Cartago, en donde comete otro pecado; el hurto. Además se deduce que continuó cometiendo adulterio, enfrascándose en relaciones de “amor impuro”.
Hubo un acontecimiento que marcó la vida de Agustín de Hipona, se trata de la lectura de la obra filosófica de Cicerón, Hortensio hacia el año 373 (un año antes nace su hijo Adeodato[4]). Según el autor Gerardo Alarco Larrabure, este libro se conoce por las menciones que hace Agustín en varias de sus obras, debido a que el libro no ha llegado a nosotros. El libro “era un diálogo compuesto a raíz de la derrota de Pompeyo, de quien Cicerón era cálido partidario”. Tanta fue la influencia de este libro en la vida de nuestro autor que fue la piedra angular del cambio en la vida de Agustín, además de inculcarle el amor por la filosofía, en palabras de Agustín:
“Este libro tocó mis afectos, y me mudó de tal modo, que me hizo dirigir a Vos, Señor, mis súplicas y ruegos, y que mis intenciones y deseos fuesen muy otros de lo que antes eran.” (Agustín de Hipona; op. cit.:69).
O en palabras de Alarco Larrabure:
“Hemos visto que ésta hastiado de la vida licenciosa que lleva y atraviesa una crisis: busca la felicidad en los placeres, pero los sinsabores atormentan su corazón. La lectura actúa como un reactivo que hace brotar fuentes primigenias y ocultas: ‘Semejante libro [...] mudó mis votos y deseos.’”. (Alarco; 96:8).
Como podemos este libro ocasionó en él una ruptura en su forma de ser que lo acompañará el resto de su vida.
Agustín leyó por primera vez las Sagradas Escrituras y no fueron de su agrado; en su opinión, estaban escritas con un estilo humilde y llano, y además, “…no merecía compararse la Escritura con la dignidad y excelencia de los escritos de Cicerón.” Esto hizo que Agustín optase por unirse a los maniqueos[5] por su búsqueda de la Verdad, se dejó llevar hacia este grupo por ignorancia, como puede sucederle a cualquier joven al ingresar a un centro de estudios, especialmente la universidad. Se mantuvo en este grupo por nueve años.
“Ha sido decisivo además el impacto del camino ofrecido por los maniqueos para llegar a la verdad: prometían liberar a sus adeptos de todo error y conducirlos hasta Dios por el simple uso de la razón y dejando de lado el peso odioso de la autoridad.” (Alarco; op. cit.:11)
Esta cita da cuenta de la mentalidad de esa época, el Cristianismo se alzaba como religión dominante que imponía su estilo de vida en base a sus creencias y dogmas. No causa sorpresa el hecho que Agustín dejase este grupo debido al “uso de la razón” para hallar la verdad, o al hecho de deshacerse de las autoridades, deshacerse de Roma.
2.    Adultez: formación de su ideología.
En 374 pasa a ocupar una cátedra de retórica en su ciudad natal, en Tagaste: “Enseñaba yo en aquel tiempo la retórica, y vendía aquel arte de elocuencia que sabe vencer y dominar los corazones, siendo al enseñarla vencido y dominado yo de la codicia.” (Agustín de Hipona; op. cit.:86). Aquí menciona otro pecado, la codicia, además que, según él ha vivido engañado y engañando a muchas personas, esto por la difusión de los preceptos maniqueístas. Al año siguiente regresa a Cartago a impartir retórica.
Llega el año 383, crucial para otra ruptura en la vida de Agustín, se da el arribo de Fausto a la ciudad de Cartago, quien era uno de los mayores representantes del maniqueísmo en África. La llegada de este personaje provocó la salida de Agustín del credo maniqueísta:
“…; pero comparando esto con la doctrina de Maniqueo, que sobre éstas escribió muchísimos delirios y extravagancias, no hallaba de ningún modo cómputo ni razón de los solsticios, ni de los equinoccios, ni de los eclipses de sol y de luna; ni de otras cosas semejantes que yo había aprendido en los libros de la sabiduría de este universo.” (Agustín de Hipona; op. cit.:111).
Como dice Alarco; “el celo que había puesto Agustín en conocer las doctrinas maniqueas se quebranta en ese momento.” Después de esta decepción, se retira pero no lo hace rápidamente, intenta buscar mejores discípulos del maniqueísmo en otras partes del Imperio Romano, es por esto que decide viajar a Roma a continuar con su búsqueda. Sin embargo, ya para esa época y producto de su decepción, se siente atraído por las doctrinas de los filósofos académicos. Al año siguiente consigue una cátedra como maestro de retórica en Milán.
Como toda persona, Agustín sufrió una crisis en el año treinta de su vida, cuando su madre fue a visitarlo y ahí se enteró que su hijo ya no era ni maniqueo ni cristiano, lo cual llenó de alegría a la madre pero dejó a Agustín desesperado por encontrar la verdad.
Siendo catedrático en Milán, conoció a Ambrosio, quien fue un personaje que influyó sobremanera en la vida de Agustín. De él logró entender la doctrina católica de la Iglesia:
“Muy alegre y contento oía predicar a Ambrosio, el cual como si a propósito  y con todo cuidado propusiera y recomendara la regla para entender la Escritura, repetía muchas veces aquello de San Pablo: ‘La letra mata pero el espíritu vivifica’; cuando quitando el misterioso velo de algunos pasajes, que entendidos según la corteza de la letra parecía que autorizaban la maldad, los explicaba en sentido espiritual tan perfectamente, que nada decía que me disonase, aunque dijese cosas que todavía ignoraba yo si eran verdades.” (Agustín; op. cit.:135).
El autor Alarco Larrabure propone, paso a paso, el proceso de influencia de Ambrosio en Agustín: la objeción en contra de los maniqueos, descarta las acusaciones que le hacía a la Iglesia, se da la reflexión, deseo de sabiduría, concibe a Dios bajo los preceptos católicos.
Otra de sus influencias determinantes fueron los aportes de los platónicos en él:
“En estos libros hallé (no con las mismas palabras con que yo lo refiero puntualísimamente) apoyado con muchas pruebas y gran multitud de razones que, en el principio era el Verbo y el Verbo estaba con Dios, y dios era el Verbo.” (Agustín de Hipona; op.cit.:166).
En sus palabras, él “llegó a descubrir y ver con el entendimiento vuestras perfecciones invisibles, por medio de estas obras que habíais hecho en el mundo.” Podemos deducir, entonces, que gracias a los platónicos, Agustín pudo, de alguna manera, fundamentar o probar el porqué de la naturaleza de Dios, como ser invisible y perfecto.
Toda esta exploración de la lectura de Hortensio, la deserción ante los maniqueos, la doctrina cristiana impartida por Ambrosio y la lectura de los autores platónicos son puntos clave en la formación de la doctrina de Agustín de Hipona. Ya hacia el año 386 se convierte al cristianismo,[6] cabe resaltar lo mucho que se tardó, a pesar de siempre estar rodeado por personas practicantes del credo cristiano:
“Esto era lo que yo anhelaba y por lo que suspiraba; pero estaba aprisionado no con grillos ni cadenas de hierros exteriores, sino con la dureza y obstinación de mi propia voluntad.” (Agustín de Hipona; op.cit.:192).
Sin embargo llegó el momento de su conversión la cual se dio en un huerto, aproximadamente en el año 387. A partir de ahí se dedica de lleno a la práctica cristiana: “En esta última ciudad, tuvo lugar la iluminación decisiva, que Agustín narra emocionadamente en sus Confesiones. Bautizado en 387 junto con su hijo Adeodato, renuncia a la cátedra de elocuencia[7] y se entrega totalmente a la práctica y defensa de la verdad cristiana.”[8]
Junto con la práctica del cristianismo, comenzó a escribir libros, a lo que Agustín dice:
“Los libros que allí compuse, ya de las materias que trataba y controvertía con mis compañeros, ya conmigo solo en presencia vuestra, y las cartas que escribí a Nebridio, que estaba ausente, testifican la clase de estudios en que me ocupaba entonces, pues todas aquellas obras las escribí y ordené a vuestro servicio,…” (Agustín de Hipona; op.cit.:216).
Ya en Milán su madre fallece en el 387. Hasta aquí llega Agustín de Hipona en este libro Confesiones, el resto de su vida se plasmará en esta biografía de acuerdo a otras fuentes.
3.    Senectud: último tramo de su vida, la caída de Roma y La Ciudad de Dios.
Al siguiente año, en Tagaste funda el primer monasterio de esa ciudad y se dedicará a la vida monástica durante tres años. En el 389, lleno de tristeza, debe sufrir la temprana muerte de su hijo Adeodato a los diecisiete años de edad. Una vez culminada su vida monástica en Tagaste , funda su segundo monasterio en Hipona, donde es consagrado sacerdote por Valerio, el obispo de Hipona, al cual le sucederá recién en el año 396.
Participa en diversos concilios en la ciudad de Cartago para los años 396, 401 y 404. Empieza a redactar el libro que utilizamos aquí como fuente; Confesiones, en el año 400.
Roma cae en el año 410 a manos de los visigodos comandados por Alarico, este hecho influye y causa sorpresa en Agustín, lo cual le inspira a escribir su obra cumbre La Ciudad de Dios tres años después del saqueo y caída de Roma, el 413, aunque otros autores ubican el comienzo de la redacción de esta obra para el 412. Como lo expresa David Abulafia:
“A un intelectual africano, Agustín, que se convertiría en obispo de Hipona y fallecería en el año 430, el saqueo de roma le conmocionó tanto que le inspiró a escribir su obra maestra, La ciudad de Dios, en la que se demostraba que hay una «ciudad» celestial que se superpone y es superior a la frágil ciudad terrenal e imperio de Roma.” (Abulafia; 2013:249).
Esta obra la terminará recién para el año 426. En este intervalo de tiempo asiste a otros concilios como el de Milevi contra los pelagianos y el de Cartago, el cual duró cuatro años (comenzó en 418 y terminó en 422).
Agustín de Hipona, después consagrado Santo por la Iglesia Católica, fallece en el año 430, un 28 de agosto en la ciudad de Hipona, mientras era sitiada por los vándalos comandados por Genserico.
4.    Obras:
Los autores Klimke y Colomer, nos proponen un listado de sus principales obras de acuerdo a los periodos del desarrollo humano en Agustín: periodo de juventud, plenitud y vejez.
a.    Periodo de juventud: obras predominantemente filosóficas, las principales en esta etapa serían Contra académicos, De beata vita, De ordine, Soliloquia, De inmortalitate animae, De magistro, De quantitate animae, De libero arbitrio, De vera religione.
b.    Periodo de plenitud: obras escritas durante su sacerdocio y episcopado, por ejemplo: De doctrina christiana, Enchiridion de fide spe et caritate, De utilitate credendi, De Genesi ad litteram, De duabus animabus contra Manichaeos, De spiritu et littera, De anima et eius origine, De natura boni.
c.    Periodo de vejez: sus últimos y culminan con las dos obras más importantes: De Trinitate, Retractationes, Confesiones y De civitate Dei (La ciudad de Dios).

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS.
Agustín de Hipona. (1983). Confesiones. Madrid: SARPE.
Alarco Larrabure, G. (1996). Agustín de Hipona: Ensayos sobre su itinerario espiritual. Lima: Fondo Editorial PUCP.
Klimke F., Colomer E. (1961). Historia de la Filosofía. Barcelona: Editorial Labor S.A.
Abulafia D. (2013). El Gran Mar. Barcelona: Editorial Planeta S.A. (Crítica)
Ossandón J. (2001). San Agustín: La conversión de un intelectual. Valparaíso: Ediciones Universitarias de la Universidad Católica de Valparaíso. Recuperado de http://www.euv.cl/archivos_pdf/libros_nuevos/san_agustin.pdf.  



[1] En Agustín de Hipona (1983). Confesiones. Madrid: Editorial SARPE.  Podemos apreciar en esta cita el afán, el sentimiento de culpa propio del cristianismo o del común cristiano. La obra Confesiones propone “confesar” los pecados cometidos por Agustín de Hipona a lo largo de su vida y él considera que es importante confesar sus pecados cometidos en su niñez, incluso antes de ser bautizado.
[2] Algunos datos importantes se pueden rescatar sobre la educación en la Roma Antigua, acerca de la educación primaria el autor Juan Carlos Ossandón Valdez, basado en Henri Marrou, nos dice: “El niño vive en Tagaste con sus padres hasta los siete años aproximadamente. Las familias más ricas hacían ir a un profesor a sus casas, pero la de nuestro Santo no era tan pudiente como para ello por lo que es enviado a la escuela a aprender las primeras letras.”
[3] La finalidad de la obra es enunciada por Agustín de la siguiente manera: “Y esto ¿con qué fin o para qué lo hago? Para que yo mismo y todos los que lo leyesen, pensemos y conozcamos desde cuán grande y profundísima distancia de vuestra suma bondad hemos de clamar todavía a Vos.” (Agustín de Hipona; op. cit.:54). El hecho de expresar la frase “…clamar todavía a Vos”, hace referencia a clamar piedad, a implorar clemencia, a pedir perdón por sus pecados.
[4]  Adeodato es hijo de Agustín con su primera esposa, de la cual se desconoce el nombre, vive en concubinato con ella y se separan en Milán por el deseo de Agustín de contraer matrimonio.
[5]  El maniqueísmo se basaba en la existencia de dos principios contrarios y autónomos: el bien y el mal. (Alarco; op. cit.:11).
[6] El término crea contradicciones, líneas arriba se habló sobre el bautismo de Agustín a raíz de un malestar que él sufría.  Tiempo después se da su “conversión”, para esa época y por lo que se puede rescatar de otras fuentes –e, incluso, en estos tiempos-, el convertirse significa aceptar y practicar la doctrina cristiana luego de haber predicado otra diferente. Se deduce entonces que desde su bautizo hasta su conversión, no internalizó la doctrina cristiana como se espera, en cambio, se dedicó al pecado y a seguir otros credos, como el maniqueísta. Esto quiere decir que su bautismo fue en vano.
[7]  O retórica.
[8]  Véase en Klimke F., Colomer E. (1961). Historia de la Filosofía. Barcelona: Editorial Labor S.A.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario