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14 feb 2016

La mamacha, el cerro y el agua. Lo sagrado en torno a la Virgen de Cocharcas de Sapallanga

 

Rubén Robles Chinchay
E.A.P. Historia UNMSM

Resumen:

El presente ensayo es un acercamiento al culto mariano de la Virgen de Cocharcas de Sapallanga desde la óptica de lo sagrado, que se asocia en el siglo XVII tanto al culto prehispánico, como al cristiano católico, generando una forma de cristianismo popular de gran arraigo.

Palabras clave:

Virgen de Cocharcas, Sapallanga, sagrado, cristianismo popular, cristianismo andino

 

Introducción

Detrás de los cultos marianos españoles se han rastreado pervivencias prehispánicas. Ellas no aparecen como resistencia a la españolización. Las tradiciones no se excluyen, son reinventadas en el imaginario andino y en torno al espacio sagrado. Así, si bien el contacto intercultural que se produjo tras la llegada de los españoles alteró la noción tradicional andina de lo sagrado, no la suprimió. El sincretismo nos refiere a una adaptabilidad de lo andino en cuanto a su cosmovisión. Consideramos que para que los nuevos elementos sagrados puedan insertarse en la cosmovisión de una comunidad dada, deben ser significativos para esa misma comunidad, y relacionarse con su cosmovisión, con su forma de cognición del mundo. En el caso de la Virgen de Cocharcas de Sapallanga, la imposición de temas sagrados cristianos no solo no implicó la desaparición de un elemento de larga duración, como el tradicional culto al cerro Ullacoto —el lugar sagrado sobre el cual se ubica el santuario o capilla de la virgen—, sino que reconfiguró la creencia en torno al lugar sagrado, generando una nueva cosmovisión, la misma que logró adhesión al ser significativa a través del uso del agua y del trascendental espacio sagrado andino.

1.      Preliminares

Hemos dicho que para nuestro enfoque no trataremos de hacer un texto en el que busquemos lo andino soterrado, acaso resistiendo conscientemente al contacto católico y listo para salir a reclamar su lugar. Esta falsa imagen, muy generalizada, pero que implica la idea de que hubo dos mundos paralelos y completamente alejados en el que habrían vivido españoles e indios (Estenssoro, 2001, págs. 456-457), y que alimenta la idea utópica de movimientos mesiánicos andinos, no orientará nuestro camino[1].
Creemos sí, que el hombre se agrupa en torno a la religión como buscando participar del poder que emana de lo sagrado y que, es por eso que tuvo éxito la inteligente idea de los colonizadores españoles de construir sus lugares de adoración sobre sitios tradicionalmente sagrados con el fin de demostrar su poder, pues así se logró reforzar la idea de espacio sagrado más allá del culto prehispánico o católico que se diese en torno a él. En este sentido, y partiendo del revestimiento católico que tiene el culto a la Virgen de Cocharcas de Sapallanga, nos parece importante hacer una diferenciación entre lo institucional y lo que viven los creyentes. Por esa razón es importante tener en cuenta ciertas características del culto católico como culto dirigido por una élite, que hace del suyo, el discurso oficial, institucionalizado, de alguna manera teórico y rígido, y que junto a él perviva otro, un otro de características dinámicas y determinado por la acción de los creyentes, lo cual de alguna manera genera conflictos invisibles[2] con la iglesia normativa, como nos recuerda el antropólogo mexicano Elio Masferrer:
Las perspectivas de los creyentes ponen en entredicho los sistemas eclesiales jerarquizados, se configuran muchas veces como sistemas de poder de los laicos, en ciertos casos alternos al de las iglesias y sus sistemas clericales basados en especialistas religiosos ‘iniciados’ en términos institucionales. En nuestra caracterización de especialistas religiosos tomamos a todos aquellos que están dedicados preferentemente a la producción y reproducción de los sistemas religiosos. Esta definición incluye por supuesto a especialistas ‘no formalizados’ desde las cúpulas eclesiales, pero que los creyentes consideran en estos roles. (Masferrer Kan, 2009, pág. 15).
Ahora bien, tratando de entender el porqué de esta cierta flexibilidad del culto católico —que empezó a darse tras el contacto con el mundo andino ya desde los primeros tiempos de la colonia[3]— y antes de pasar a hablar del culto a la virgen de Cocharcas de Sapallanga, me parece pertinente traer a colación unas palabras del antropólogo español Manuel Delgado, que es muy ilustrativa para entender el tipo de religión del que estamos hablando:
Aquí reside la gran paradoja que el aparato eclesial se ve condenado a repetir. La única manera de divulgar los mensajes de su sistema religioso es vehiculándolos mediante actitudes y conceptos que le son ajenos, y a veces contrarios. Para ganarse un cierto grado de articulación social, la Iglesia debe constantemente cristianizar el folclore y folclorizar el cristianismo. La religión que las gentes practican es, a la vez, un medio y un obstáculo, su principal aliado y su peor enemigo (citado en Masferrer, 2009, pág. 16).
El catolicismo popular, es el resultado de la forma de acercamiento entre los doctrineros y las creencias arraigadas. El sacerdote, entonces, usa elementos de estas creencias, para ser aceptado, y ello genera un proceso en el que la evangelización genera diferentes oleadas[4].Así, cada generación de evangelizadores condena lo hecho por la anterior al notar «una simple continuidad idolátrica clandestina que hubiese pasado hasta entonces desapercibida, o hubiese sido tolerada por dejadez o ignorancia, cuando en realidad la propia Iglesia había estimulado y ordenado incluso en buena parte dichas continuidades» (Estenssoro, 2001, pág. 461).
No nos extenderemos en las características formales de la fiesta por una cuestión de espacio. Baste decir que la virgen de Cocharcas[5]es una variante de la virgen de Copacabana de Bolivia (o cuando menos inspirada en ella), conocida popularmente como «la Mamacha Cocharcas», cuyo culto fue reconocido canónicamente por las autoridades católicas el 8 de setiembre de 1946 y está fuertemente arraigado a la sierra central, siendo «patrona» del departamento de Apurímac, y habiéndose hechos réplicas con gran cantidad de devotos, festividades numerosas y peregrinaciones masivas en Lima, Orcotuna y Sapallanga, siendo esta última, de la cual aquí nos queremos ocupar.

2.      El culto y lo sagrado

2.1. Orígenes míticos y oscuridad

Maurice Godelier (1998), hablando del mito, nos cuenta que lo propio de él es eliminar el elemento humano como actor de la historia, y reemplazarlo por dobles imaginarios. Así se hace opaca la presencia humana y se genera una ligazón con lo sobrenatural, con la cual no se pueden establecer relaciones recíprocas. Esto es evidente en el culto a la virgen de Cocharcas. Todo lo relativo al origen de esta tradición es mítico, y como mítico es aceptado por los fieles. Saber exactamente de dónde proviene la imagen y cómo se la llevó a su capilla en las faldas del cerro Ullacoto es un hecho que está envuelto tras un velo de especulación y superchería. Si empezamos por creer que tras el culto se hallan una infinidad de hechos milagrosos[6], ya podemos ir comprobando cuán poco hay de cierto en lo que la tradición atribuye al inicio del culto católico.
A esta situación se suma la escasez de investigaciones sobre este culto. Folletos de dudosa credibilidad que se copian los unos a los otros para redundar en este entorno e oscuridad intelectual son lo normal en cuanto al tema[7]. De esta suerte, determinar un origen histórico de la imagen, es, si no imposible, al menos algo difícil de lograr.  Pero el hecho histórico está allí y en él se pueden observar algunos elementos que anotaremos más adelante.

2.2. La leyenda

La tradición que ha llegado hasta nuestros días está sí bien registrada. Cárdenas Canturín (2000) asegura que lo que se sabe sobre el origen de esta fiesta fue recopilado y publicado en 1625 por el licenciado Pedro Guillén de Mendoza bajo el título de Relación de la imagen de Nuestra Señora que está en este pueblo de Cocharcas hecha por el licenciado Don Pedro Guillén de Mendoza, el 20 de julio de 1625.
La historia es harto conocida para los sapallanguinos. Un indio conocido como Sebastián Quimichu, cuyo nombre real era Sebastián Martín Asto, herido de una mano, la cual tenía paralizada por haber recibido un latigazo con una penca de maguey en la víspera del día de San Pedro, patrono de su pueblo, viéndose lisiado e inutilizado para el trabajo, resolvió viajar al Cusco y buscarse otra forma de vida allí. Estando en la Ciudad Imperial, e imposibilitado de trabajar por su mano paralizada, se reunió con otros indios pobres que mendigaban en el colegio de la Compañía de Jesús y, a cambio de un plato de comida, eran adoctrinados en la fe católica. Allí supo de los labios de una india llamada Inés que en el Collao la virgen tenía un santuario ya famoso por los milagros que en él habían sucedido. Ella había acudido deseosa de alcanzar un remedio a sus dolencias y, claro, había sanado.
Sebastián enrumbó tras pedirle consejo a su confesor Gregorio Cisneros. A buen ritmo el hombre pronto llegó a Copacabana cargado de esperanzas. Iba a pie y siguiendo una vieja ruta transitada por los caminantes. Así llegó a Pucará, donde se detuvo a pasar la noche. En medio del sueño sintió que lo despertaban suavemente y, al incorporarse, se vio con la mano sanada y limpia de heridas. Con más aliento e ímpetu prosiguió su peregrinación, llevado no ya por el deseo de recobrar la salud sino para agradecerle a la virgen el milagro que le había concedido. Al llegar al Santuario, lleno de gozo y paz, se postró llorando ante el altar de María. En ese instante tuvo la idea de adquirir una copia de la imagen para llevarla a su pueblo natal y promover su culto. Es así como la Virgen de la Candelaria llegó a Cocharcas. 
La travesía de vuelta a su región fue todo un calvario para Quimichu, quien pasó peripecias tales como caer en injustamente en prisión. Llegado a las faldas del cerro Ullacoto, entró en sueños y la virgen se le perdió. Respecto de lo que pasó después de ese acontecimiento hay tres leyendas. La primera sostiene que se halló la imagen en las faldas del cerro Ullacoto y que se había hecho tan pesada que no podía moverla nadie, y que ella misma pidió que le trajeran dos niños que bailaran, naciendo la tradición de la fiesta con los negritos y calachaquis. La segunda leyenda cuenta que en el mismo sitio la encontró una anciana, a la cual la virgen le pidió que le trajeran “un negrito de la costa y un chutito de la puna” (Cárdenas Canturín, 2000, pág. 90) los que al llegar no fueron sino niños pintados como tales, que se pusieron a bailar e hicieron sonreír a la virgen, quien transfigurada en paloma, se introdujo en una urna y fue llevada hasta una capilla donde al día siguiente se halló la imagen que ahora se venera. La tercera narración asegura que Quimichu, adormecido por el sueño y la modorra, cierta noche le pidió a la virgen que le concediera una esposa, ante lo cual la virgen reaccionó poniéndose celosa, desapareciendo y apareciendo luego en Ullacoto, donde fue hallada y venerada.
Lo importante, en todo caso es que en las tres versiones es la propia virgen la que indica cómo debe hacérsele el ritual de agradecimiento, lo cual da origen a la chonguinada, al baile de la colla y el inca, los negritos y todo el pasacalle; y además resulta importante, que, en todas las leyendas, la virgen se halló en un lugar desde el cual brotó agua de un manantial que incluso tendría poderes curativos (Willax, 2013). Sobre esta relación de la virgen con las fuentes de agua volveremos más adelante.

2.3. Pervivencia de lo sagrado

Aun siendo este solo un acercamiento de carácter exploratorio, podemos partir del reconocimiento de que hay en la tradición de Sapallanga, un discurso oficial católico, institucional y organizado por los obispos, junto al cual pervive otro, un otro de una naturaleza poderosa e irrefutable, que no es ya católico a la manera española, ni tampoco el andino prehispánico, perdido ya en su forma más pura.
Podríamos preguntarnos por qué era tan difícil para los doctrineros y extirpadores de idolatrías desaparecer las creencias andinas, y la respuesta, creo, la hallamos en el poco empeño que en ello pusieron por dejadez y comodidad, pero además por esta pervivencia de lo sagrado, que en algunos casos aparece como el alma, un concepto plenamente sincrético, de la waka y el mallqui (Marzal, 1983, pág. 227). Quisiéramos detenernos un poco a revisar un documento del Archivo Arzobispal de Lima sobre el ayllu Chaupis en Yauyos:
…aunque el Sr. Obispo les quemó algunos mallquis e ídolos, les deben adorar y hacer sacrificios porque las almas de los dichos viven, son inmortales y bajan al sacrificio que les hacen sus hijos[8]
Vemos en esto el proceso de asimilación de nociones del catolicismo español, como la idea de alma, para explicar el poder que emana del objeto sagrado. Sea que le llamemos religión popular, desvirtuándolo como primitivo (Masferrer, 2008, págs. 11-18) o que lo veamos desde fuera, como un objeto de estudio singular, lo cierto es que hay muchas evidencias de que durante la colonia no podemos hablar de la existencia de culturas antagónicas, ni división de identidades nacionales en conflicto (Spalding, 2003, pág. 25) y que esto, por supuesto, se refleja en lo religioso con la asimilación andina de conceptos hispánicos sin que ello represente una crisis ideológica.

2.4. La reconstrucción andina

El padre Manuel Marzal (1983) nos recuerda que lo andino no es ya lo prehispánico, y que esa interacción ha generado un nuevo panteón el cual «está formado por Dios, los ‘santos’ y ciertos seres sobrenaturales de origen prehispánico, como los Apus y la Pachamama» (Marzal, 1983, 46). Siguiendo su idea, entendemos que lo que permite que en la reinterpretación se mezclen estos elementos es la capacidad de lo andino de adaptarse e incluir en su seno lo hispánico. La diferenciación entre el culto oficial y el popular es algo propio de una doctrina jerarquizada como la católica. Es así que nos atrevemos a afirmar con el antropólogo Elio Masferrer (2008) que:
El catolicismo, entendido como religión teológica, es, ante todo y casi únicamente, la religión en la que creen y la que practican los teólogos y la paupérrima minoría para la que sus arcanos significan. Para la sociedad, lo que hay, es otra cosa (Masferrer, 2008, pág. 16).
Coexistiendo con estas creencias, no es un secreto para nosotros que a las autoridades eclesiásticas hoy como en la época de los doctrineros, no les importa mucho tener un pueblo ilustrado ni siquiera en su propio dogma, sea en lo bíblico, las encíclicas o el catecismo.

2.5. El cerro Ullacoto

Lo prehispánico, creemos, se relaciona con los manantiales del cerro Ullacoto. Mircea Eliade menciona que lo sagrado es al mismo tiempo sagrado y maculado (Eliade, 1974, pág. 38). Esta idea nos sirve para interpretar el carácter de sagrado y prohibido que tiene el cerro Ullacoto y que se evidencia en el simple hecho de que los españoles se hayan preocupado de instaurar un culto cristiano sobre él. Ahora bien, como esto no basta, podemos apoyarnos en tradiciones según las cuales el mencionado cerro es un lugar prohibido. Juan José García Miranda (1998) identifica el cerro Ullacoto con el wamaní, y comenta la asociación del wamaní con el demonio:
La identificación de Wamaní con el demonio es frecuente y se registra también en los cerros con yacimientos arqueológicos y que son considerados morada de los ancestros de las poblaciones. Al respecto, en Huancayo, el Cerro Ullacoto es un lugar prohibido por ser morada de los gentiles. Según la información que hemos recogido se cuenta que:
En Ullacota vivía gente mala: los gentiles.
Como eran malos, apareció dos soles que con su calor mató a sus habitantes. Los gentiles trataron de refugiarse en las cuevas con sus cosas y ahí murieron.
Por eso en las cuevas existen restos humanos de los gentiles (García Miranda, 1998, pág. 54).
Entender la dualidad de lo «bueno» y lo «malo» del wamaní, puede ser confuso. Para hablar de ello nos parecen pertinentes dos citas La primera es de Ciro Solier (citado por García Miranda, 1998, pág. 54), quien habría recogido de Felipe Lozano la versión de que el wamaní fue creado por el Dios de los cristianos con el fin de castigar a los hombres y ángeles malos, haciéndolos vivir en el interior de las montañas urqupa unkumpi yachanku, y que desde entonces los cerros son la morada de los malos. De otro lado es necesario aclarar que Nicolás Matayoshi (citado por García Miranda 1998, pág. 54), cree que el Wamaní:
«Es el señor de las montañas. Espíritu benévolo que cuida a los animales y prodiga fertilidad a los animales domésticos. Es una deidad pastoril y al lado de la Pachamama, son las dos creencias de mayor arraigo y vigorosa persistencia en la ideología de los campesinos».
La posible confusión de la que hablamos está referida al claro componente hispánico del mal asociado al wamaní y a las cuevas, las divinidades andinas son el demonio. El carácter dirigente de Jesucristo, Dios de los cristianos, que organiza el mundo enviando a los malos a las cuevas de las montañas no pasa de ser una idea hispánica, no una idea sincrética, sino una cuña insertada con un fin exprofeso, equiparar a la divinidad andina con el demonio, anularla.

2.6. El agua y la divinidad

José María Arguedas (1964) citaba el siguiente texto recogido de un informante llamado Mateo Garriaso, a decir del propio Arguedas, el más sabio indio viejo de Puquio:
«Nuestro (Dios católico) creó la nube, la lluvia; nosotros las recibimos como una bendición suya. Y de nuestros padres los Wamanis, recibimos el agua, porque así Dios lo ha convenido y mandado» (Arguedas, 1964, pág. 189).
La relación de los cerros como dadores del agua, y su configuración como lugares sagrados parece jugar un papel sumamente importante aquí. En una entrevista, Janette Vargas Campián, pobladora de Huancayo, nos comentó que su abuelita «alguna vez de niña había subido al cerro Ullacoto, y que las personas mayores le habían dicho que en el cerro había espíritus, que no podía subir ahí y que debía dejarle una ofrenda» (Vargas Campián, entrevista personal, 15 de mayo, 2014). Habría, pues, una suerte de adoración y rechazo al cerro Ullacoto, lo sagrado y maculado de lo que habla Mircea Eliade (1974). Lo que tendríamos que averiguar es a qué responde esa situación.
Debemos recordar que hay en el catolicismo español, una relación cercana entre el agua y la figura de María. Para empezar, citemos la frase que trae consigo la imagen de la virgen de Cocharcas: De Cocharcas sois nombrada Virgen Santísima, causa de vida, eres una mar de gracias y fuente de agua viva. Esta relación no se origina en el continente americano, sino que es algo muy español[9]. La antropóloga mexicana Alicia Barabas (1987) ha estudiado la relación existente en Mesoamérica, entre la virgen María y la diosa maya Ixchel, y cómo esta relación se asocia a la luna y las mareas. La virgen, el agua y la serpiente —acaso como curso de agua—, se presentan como un lugar común, lo que se hace evidente en imágenes como la de la famosa virgen de Guadalupe, de pie sobre una media luna. En Sapallanga, se ha aplicado la misma asociación, la virgen dadora de agua, la virgen como fuente de vida, aprovecha el poder sagrado que a ella rodea, y nos atrevemos a pensar así, que lo sagrado tiene relación con la característica de dador de vida del cerro Ullacoto, expresado en sus manantiales que son aún hoy en día fuente de agua para los pobladores de la zona. Ullacoto es así el dador de agua —sobre el cual, como ya hemos dicho, se ha colocado con fines ideologizantes[10] un icono religioso llamado Virgen de Cocharcas— y fuente de vida para animales, hombres y pastos[11].
De esta suerte tenemos que lo maculado tiene relación con lo arqueológico, ya afirmado por García Miranda (1998) y con el agua misma. El tabú en torno al espacio sagrado entendido como el mantenimiento del orden, como la imposibilidad —tácita y no dicha, oculta en el ritual—de dañar el medio ambiente, y el temor a los restos allí presentes.

Conclusiones

1.   Llama la atención el que, siendo un culto mariano masivo, no exista mucha literatura sobre la virgen de Cocharcas de Sapallanga. Lo poco que se ha escrito no se presenta de manera muy seria incluso en detalles de índole eclesiástica, como lo que sería el origen histórico del culto, más allá de lo mítico.
2.      De otro lado, fuera de lo concerniente a los devotos, las pocas publicaciones que hay parten de una base irreal, la de la aceptación del hecho milagroso como origen del culto mariano en Sapallanga, haciéndose necesaria una aproximación seria, obtenida tras una investigación de historia de las religiones o antropológica.
3.     Se puede advertir una relación entre el carácter sagrado del cerro Ullacoto, el culto ancestral al agua y la fiesta mariana.
4.    La investigación a hacerse, por las razones antes expuestas difícilmente puede ser realizada sobre una base de documentos escritos, debiendo privilegiarse el trabajo de campo, sin embargo se puede entablar relaciones con documentos coloniales en los que se plantee una aproximación a manifestaciones culturales de la zona, para establecer correlaciones.

Bibliografía

ARGUEDAS, José María (1964). “Puquio, una cultura en proceso de cambio”. En Estudios sobre la cultura actual del Perú. Lima: UNMSM.
BARABAS, Alicia (1987). Utopías indias. México: Grijalbo.
CARBONELL, Charles-Olivier, et lat. (2000). Una historia europea de Europa - Mitos y fundamentos (de los orígenes al siglo XV). Barcelona: Gráficos y encuadernaciones reunidas.
CÁRDENAS CANTURÍN, L. (2000). Historia, leyenda y folklore de la Virgen de Cocharcas, Sapallanga: IV centenario de la virgen en Sapallanga. Lima: Industria Gráfica Arenas.
ELIADE, Mircea (1974). Tratado de historia de las religiones. Madrid: Ediciones Cristiandad.
ESTENSSORO, Juan Carlos (2001). “El simio de Dios. Los indígenas y la iglesia frente a la evangelización del Perú, siglos XVI – XVII”. En Bulletin de l´Institut Français d´Études Andines, Tomo 30, Número 3. Lima: IFEA.
GARCÍA MIRANDA, J. (1998). “Los santuarios en los Andes centrales”. En Historia, religión y ritual de los pueblos ayacuchanos. Osaka: National Museum of  Ethnology.
GODELIER, Maurice (1998). El enigma del don. Barcelona: Paidós.
MARZAL, Manuel (1983). La transformación religiosa peruana. Lima: Fondo Editorial de la PUCP.
MASFERRER KAN, Elio (2009). “Antropología de las religiones. Aportes para su desarrollo en América Latina”. En Estudios Sociales Nueva Época, 11-36, Guadalajara.
SPALDING, Karen (2003). “Rebelión colonial: Huarochirí, 1750”. En Revista de Antropología, Nº1, Lima.
Fuentes tomadas de internet
Mincetur. (2014). Obtenido de Sitio arqueológico de Ullacoto. Recuperado el 2 de julio de 2014 de: http://www.mincetur.gob.pe/TURISMO/OTROS/inventario%20turistico/Ficha.asp?cod_Ficha=6891
Sapallanga, M. D. (6 de junio de 2014). Portal de la Municipalidad Distrital de Sapallanga. Recuperado el 6 de junio de 2014, de Portal de la Municipalidad Distrital de Sapallanga: http://www.munisapallanga.gob.pe/entidad/PM_MUNICIPALIDAD_DETALLE.asp?pk_id_entidad=1043&pk_id_tema=103472&pk_id_sub_tema=12584
Willax. (2013). Escenifican aparición de la “Mamita Cocharcas”. Recuperado el 10 de junio de 2014 de:https://www.youtube.com/watch?v=CuZtpAcXDxs




NOTAS
[1] Aun cuando esta visión de lo andino resistiendo para buscar su pureza a guiado a gran parte de la historiografía local, es algo que no terminamos de creer aquí, y partimos más bien de la idea de que la adaptabilidad del hombre andino a lo católico no es una carga impuesta, sino el resultado de procesos de interacción cultural muy peculiares. Hablando de esto, Estenssoro (2001, pág. 456) afirma que la intención de adaptarse a la cultura hispana no era, como podría creerse, una traición a su raza para los andinos, ni la cristianización era la tarea principal de los españoles.
[2]Nos permitimos usar el término invisible para hacer referencia a la separación de cultos, aceptada de manera tácita, aunque tenida por una forma indocta de entender la fe por parte del pueblo, desde la óptica de las autoridades eclesiales.
[3] Este proceso fue comprendido entre fines del siglo XVI y comienzos del XVII, ocurriendo que: «… a partir de Ávila y Avendaño hay una cierta utilización de los mitos indígenas en la catequesis» (Marzal, 1983, pág. 197). 
[4] Hay que anotar que este proceso no es algo exclusivo del caso americano. Carbonell (2000, págs. 97-119) nos muestra cómo la adaptación y el sincretismo han sido parte del proceso expansivo del cristianismo desde que se empezó a predicar por los seguidores de Jesús, hasta que se cristianizaron los lituanos, en un largo proceso en el que no se impuso un cristianismo preestablecido y rígido, sino que aquella doctrina se configuró mientras se extendía, configurándose, como pasó con la evangelización americana, en el acto mismo de crecer y comunicarse con otras formas de entender el mundo, con otras weltanschaunng.
[5]Es esta una advocación mariana masiva, equivalente, por decirlo de alguna manera, con la de la Virgen de Guadalupe en México, o la Virgen de Copacabana en, como ya se dijo, Bolivia
[6] Tomamos aquí como hecho milagroso, todo lo inexplicable fuera del contexto religioso y visible dentro de él. Es un hecho milagroso, por ejemplo el que la virgen le hable a un natural, que aquel sea curado de la noche a la mañana o que ella se transforme en ave. Son hechos cuya única explicación se da en la fe.
[7] El mismo libro de Cárdenas Canturín (2000) aquí citado es bastante diminuto y de características meramente informativas.
[8]Archivo Arzobispal de Lima (A.A.L.), Idolatrías, Leg. III, Exp. 10, f.46, 1758.
[9] Tenemos así, la virgen de las aguas en Sevilla, la de Alhama, adyacente a una fuente de aguas termales en Andalucía, o Nuestra Señora de las Fuentes, en Aragón.
[10]Uso el término en el sentido de manipulación ideológica o imposición de una divinidad sobre la otra a la forma de «más poderosa».
[11] La fotografía de portada fue tomada del perfil de Facebook de la Municipalidad Distrital de Sapallanga, https://www.facebook.com/municipalidad.distritaldesapallanga?fref=ts, entidad con la cual, sin embargo, no se pudo establecer un diálogo que ayudase a enfocar mejor el trabajo.

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